Por José Rivero
Hay unas fotos del mes de octubre del año 2000, en Almagro, en el Bar de El Gordo –en la Plaza Mayor misma, como un corazón virtual del encuentro– y en vísperas de la intervención de Antonio Martínez Sarrión en las Jornadas de Poesía –que serían las número XVI–, en la que Antonio Martínez Sarrión y yo discutimos o hablamos con firmeza de asuntos comunes, ante una mesa provista de tazas de café, vasos de agua, un servilletero pleno, una cartera negra y una cartelería improvisada en el fondo del local. Todo ello ante la atenta escucha de José Luís Loarce –que coloca una silla del local, pero sigue atento la conversación–, y que de hecho había sido el organizador del encuentro de ese 24 de octubre otoñal.
Hay otra foto más de los tres –en el Parador de turismo, donde se alojaría Antonio esa noche, tras una cena compartida y recordada– y una pieza más del eco del encuentro. Foto ampliada de tertulianos y amigos en el bar del Gordo: ahora los anteriores, con Jesús Barrajón –con quien volveríamos a coincidir en los encuentros de Poesía de la Facultad de Letras años más tarde– y Paco Racionero –que compareció con una bolsa enorme de plástico llena de títulos de Antonio, para ser firmados, en un gesto que abrumó al poeta y memorialista y que revelaba la voracidad lectora de Paco–. Nueve años más tarde, en las XXV jornadas de los Encuentros de Poesía, José Luís Loarce, nos convocó de nuevo a Antonio y a mí, para dialogar sobre la poesía de Farol de Saturno, última de las piezas publicadas por Antonio y que yo había leído en diferentes grados de desarrollo. Escribí una líneas en el folleto de ese año
Digo todo esto, porque en esos instantes de octubre del 2000 comenzó una amistad sostenida en el tiempo, cubierta de encuentros, conversaciones, correspondencias y citas –Albacete, Madrid, Ciudad Real, Bargas, Toledo, Almagro– y quebrada ayer mismo, cuando Antonio nos dijo adiós de forma inesperada. Inesperada, sobre todo, porque día antes –el 11, sábado–, recibía la última llamada para darme cuenta de su regreso a Madrid desde la Altea estival. Me informaba pesaroso de la omisión producida en el congreso celebrado en Astorga sobre el libro de 1970 Nueve novísimos, antología en la que AMS ocupaba un lugar iniciático. Y me encargaba que me informara para seguir hablando y valorar los desaires del presente. Lo que fue una información puntual, hoy he sabido que era una despedida.