José Antonio Marina
José Antonio Marina Torres (Toledo, 1 de julio de 1939) es un filósofo, ensayista y pedagogo español.
Nieto del filósofo toledano Juan Marina Muñoz, es catedrático excedente de filosofía en el instituto madrileño de La Cabrera, Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia, además de conferenciante y floricultor. Estudió filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, teniendo por compañero a su amigo y también escritor Álvaro Pombo.
Su labor investigadora se ha centrado en el estudio de la inteligencia y en especial de los mecanismos de la creatividad artística (en el área del lenguaje sobre todo), científica, tecnológica y económica. Se le puede considerar un exponente de la fenomenología española. Ha elaborado una teoría de la inteligencia que comienza en la neurología y concluye en la ética. Sus últimos libros tratan de la inteligencia de las organizaciones y de las estructuras políticas. Colabora en prensa (Suplemento cultural Crónica de El Mundo, El Semanal, El Confidencial, Tiempo, etc.), radio y televisión. En los últimos años ha participado en tertulias y debates en Radio Nacional de España. Ha escrito ensayos y artículos periodísticos y es autor del libro de texto de la asignatura Educación para la Ciudadanía de la editorial SM.
Para sus investigaciones recurre a un amplio número de colaboradores, que resultan coautores de sus libros. Adopta formas genéricas como el diccionario, el dictamen o la novela didáctico-histórica.
Realiza un trabajo como analista de la actualidad en su ensayo El misterio de la voluntad perdida, donde analiza la crisis de este valor en la sociedad y la educación contemporánea. En su Diccionario de los sentimientos, analiza la visión de estos que se encuentra implícita en el lenguaje, descubre que los sentimientos negativos están más ampliamente representados en él que los positivos y plantea la necesidad de una educación temprana de las emociones. En Dictamen sobre Dios, ensayo de filosofía de la religión, investiga el menhir cultural que supone el concepto de divinidad, concluyendo en su conexión ontológica con la noción de Existencia que nos proporciona la fenomenología. Además, enuncia el Principio Ético de la Verdad que supone que cuando en el ámbito público las verdades privadas entran en colisión con las universales, deben primar las últimas a fin de posibilitar la convivencia.
En Por qué soy cristiano expone su visión personal acerca del cristianismo y de la enérgica figura de Jesús, y defiende la teoría anticipada por Averroes de la doble verdad, distinguiendo las basadas en evidencias intersubjetivas y las que provienen de evidencias privadas y manifiesta que: «Los integristas trasvasan sus verdades privadas al ámbito público. Es el problema al que nos enfrentamos».
Detalla cómo, para protegerse de la natural tendencia hacia la pluralidad de las experiencias religiosas, el cristianismo se fue dogmatizando en su largo proceso de institucionalización eclesiástica, tal y como ocurre en otras religiones. En el Concilio Vaticano I, la Iglesia católica se declaró infalible y desde entonces no puede retractarse de sus dogmas, aun sabiendo que algunos de estos son fruto de las presiones culturales de épocas concretas. Según el autor, es preciso limitar el alcance de las creencias religiosas sin negar su importancia, y deben defenderse siempre en el campo privado, puesto que cuando una religión se ve amenazada apela a la libertad de conciencia, pero cuando llega al poder abandona la tolerancia. Lo universalizable son los principios éticos, no las creencias personales. Algunas de estas ideas de Marina han sido debatidas desde la filosofía y la teología.1
El proceso de aprendizaje se designa a través de dos conceptos: la inteligencia y el talento. El fin de la educación es convertir la inteligencia en talento.2
Fuente: Wikipedia