Publicado el 14 de abril de 2023 en La Tribuna de Toledo
Por Jesús Fuentes Lázaro
El día 8 de abril de 1973, habrán pasado unos días cuando se publique este texto, de hace cincuenta años, fallecía Pablo Picasso en la finca llamada Nuestra Señora de la Vida (Notre-Dame-de Vie). Las televisiones interrumpieron sus programaciones habituales para dar la noticia. El hombre, que más había transformado el arte desde el Renacimiento, desaparecía, dejando una obra inmensa. Su producción hiperactiva le había acercado a todos los registros del arte, de los estilos y las técnicas, desde la pintura, la escultura, hasta la cerámica y otros oficios artesanales. Con la firma de la defunción desaparecía el hombre y nacía el genio discutible y el pintor incuestionable.
El día 14 de octubre de 1962, tras una larga enfermedad, fallecía Alberto Sánchez en Moscú. Con ningún ruido mediático, como había vivido, desaparecía uno de «los precursores de muchos de los caminos formales de la escultura contemporánea», según escribía el corresponsal de un diario de Chile, al día siguiente de la noticia, once años antes de la muerte de Picasso. Ambos coincidirían en Pabellón Internacional de la República, en 1937, en París. Picasso con su tremendo cuadro, titulado ‘Guernica’, que recogía la narración feroz de la guerra de España y de todas las guerras de cualquier lugar y de cualquier época. El otro, Alberto, impactaba al visitante del pabellón español con un tótem utópico, titulado ‘El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella’. La obra de Alberto era un camino levantado en vertical, de 12,5 metros de alto, de los muchos que serpentean entre los surcos y los campos de cultivo de Castilla, según Luis Lacasa. El mismo narrador reproduce el encuentro entre Picasso Y Alberto.
Picasso preguntó a Alberto quién era para él el mejor escultor de la época. La pregunta escondía trampa. Alberto, sin dudar, contestó, ‘Brancusi’. Se produjo un silencio prolongado, hasta que Picasso contestó ‘no está mal’. Había superado la prueba. Alberto, con la misma intención, devolvió la pregunta a Picasso: «para usted, ¿cuál es el mejor escultor actual?» Picasso, sin dudar, respondió ‘Usted’. Picasso reforzaba la leyenda inicial de Alberto Sánchez. No fue una contestación de compromiso. Picasso no era un personaje para los halagos y menos a otros artistas. A nosotros corresponde imaginar la emoción interior por la respuesta. Alberto admiraba la obra y estimaba a Picasso.
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