Por Antonio Marco
Publicado en el Decano de Guadalajara el 22 de abril de 2024
Apenas si faltan 90 días para la celebración de la XXXIII Olimpiada en París a partir del próximo 26 de julio. En realidad Olimpiadas a lo largo de la Historia se han celebrado muchas más. Estas de ahora son las Olimpiadas de la Era Moderna, que puso en marcha a finales del siglo XIX el barón de Coubertin a imitación de los Juegos Olímpicos antiguos que se celebraban en la ciudad griega de Olimpia en honor del dios todopoderoso Zeus. Entre las muchas cosas que debemos a los griegos no es la menos importante este invento grandioso del deporte en el que compiten los más rápidos, los más fuertes, los que más alto saltan, por el solo premio del honor y la gloria de ser el mejor.
Los griegos, organizados políticamente en decenas de pequeñas ciudades-estado, las polis, siempre en guerra y lucha unas con otras, tuvieron el acierto de convertir el ímpetu guerrero de arrojar lanzas, correr en la batalla o luchar con su vecino en una competición no sangrienta sino festiva. Los vencedores no matan al vencido en el combate deportivo, lo respetan, y a cambio reciben tan solo una simple corona de olivo y el reconocimiento impagable de sus conciudadanos. Pero conviene saber que los deportistas compiten a título personal, no representando a su ciudad, aunque luego esta les considere unos héroes propios y los traten como ciudadanos muy especiales, pero en la competición los protagonistas son los individuos, todos iguales. Es esta otra aportación griega interesante haciendo visible que lo que unía a todos los competidores no era el localismo de su estado sino su condición de griego, asegurada por la capacidad de hablar el idioma heleno. Estos griegos, a los que tanto debemos, comenzaron a celebrar estos juegos en el año 776 a.C. y acabaron en el 393 de nuestra era cuando el emperador cristiano Teodosio los suprimió por considerarlos un rito pagano incompatible con el Cristianismo, religión que precisamente y en gran medida absorbió del paganismo sus ritos, sus creencias, sus mitos y dogmas. Los Juegos, pues, se celebraron durante mil ciento setenta (1170) años ininterrumpidamente; tan solo tenemos un pequeño vacío informativo de 20 años, entre el 265 y 286, de los que no se conservan los nombres de los vencedores, lo que no significa que no se celebraran las Olimpiadas.
Pues bien, estas grandiosas competiciones, acompañadas también de grandes eventos culturales como ahora, que se celebraban cada cuatro años, en las que griegos de todas partes acudían por miles a Olimpia, solo fueron posibles por otra genialidad que tantos beneficios nos reportaría ahora a nosotros. Las Olimpiadas sólo fueron posibles porque los diversos estados griegos, en permanente confrontación entre ellos, acordaban una temporal tregua de paz, una Tregua Sagrada para poder celebrar los Juegos Olímpicos en honor de Zeus de forma pacífica, por la que ningún hombre armado podía penetrar en el territorio de la Élida, en donde estaba la ciudad de Olimpia, declarado inviolable. Tres meses antes de la celebración heraldos de Olimpia recorrían toda Grecia anunciando que se había declarado una tregua sagrada de paz durante tres meses. Esta tregua es la que permitió y explica que las Olimpiadas se celebraran ininterrumpidamente durante 1.170 años. Apenas si hay algún ejemplo, y estoy dudoso, de no haber respetado la tregua.
Poco más de 90 días, tres meses, son los que faltan para que se celebre la Olimpiada de París. En el mundo se están produciendo ahora una treintena de crueles guerras, de ellas la de Rusia-Ucrania y la respuesta desproporcionada del ejército de Israel al cruel terrorismo de Hamás en la franja palestina de Gaza tienen especial importancia y relevancia para todo el planeta, muy especialmente para Europa. Son guerras de enorme crueldad y capacidad de destrucción que parecen eternizarse generando infinito sufrimiento. Además, el peligro de una escalada mundial de esto conflictos entre contendientes con armas nucleares es cada día mayor y más posible.
Pues bien, anunciado el comienzo de una nueva Olimpiada, es ahora, pues, el momento adecuado de declarar inmediatamente una tregua, sagrada o como cada uno quiera llamarla, por lo menos hasta la Olimpiada de París, y mientras tanto trabajar todos quienes puedan tener alguna responsabilidad y capacidad de decisión para que esa tregua sea más larga, otros tres meses, o tres años o tres lustros o tres siglos más. Los antiguos griegos nos enseñaron el camino, nos marcaron la senda por la que al menos momentáneamente podamos aplazar la solución sangrienta de los conflictos. Y mientras tanto habrán dejado de morir y sufrir muchos miles de personas. Serían los de París los Juegos Olímpicos más honrosos de la Era Moderna y aunque a alguno le parezca un sueño imposible y una ingenuidad pensar que quienes ahora se matan en el campo de batalla mañana compitan deportivamente en los Campos Elíseos (otra reminiscencia griega esta del Elíseo) de París, yo les digo que los griegos lo hicieron cada cuatro años durante más de mil ciento setenta, 1.170.
Con toda seguridad que a partir de este momento, en los próximos días, los representantes en la ONU con su Secretario General a la cabeza y los jefes de estado del más alto nivel recordarán lo que se hacía en Grecia para pedir grandilocuentemente el alto el fuego. Lo han hecho al comienzo de todas las recientes Olimpiadas y todavía no han tenido mucho éxito, ciertamente, pero si esta idea se extendiese entre la inmensa mayoría de ciudadanos pacíficos del mundo y todos lo exigiésemos al unísono, con un solo grito, podríamos conseguirlo. No es pequeño, aunque lo parezca, el poder de la mayoría ni ineficaz su voz cuando decide hacerse oír. Y hoy tenemos recursos tecnológicos suficientes para que todos podamos gritar con fuerza nuestro deseo, Paz y se oiga en todo el mundo.
Por eso, en mi ingenuidad me sirvo de la plataforma change.org para hacer una petición de tregua de paz. Te ruego, amable lector, que si es de tu interés la firmes y se la hagas llegar al mayor número posible de tus contactos. Cuenta con mi agradecimiento. Este es el enlace: https://chng.it/hMQXcmDzK5
Antonio Marco. Catedrático de Latín jubilado y expresidente de las Cortes de Castilla-La Mancha.
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