Por Ángel Luis López Villaverde
Publicado en El Diadigital.es el 9 de enero de 2024
Vuelta a la rutina. Bienvenida sea. La necesitamos, aunque no lo parezca. Comenté en una de mis primeras columnas que somos “seres rutinarios”. Tras unas fiestas plagadas de las mejores intenciones, algo impostadas, se agradece volver a la normalidad. Al igual que celebramos el pasado año recuperar las cenas en familia, tras dos Navidades de aislamiento. Aquello parece ahora un mal sueño, pese a que se vuelva a hablar de usar mascarillas en entornos sanitarios de manera obligatoria. La pandemia terminó y las vacunas nos dieron respuestas inmunitarias, pero no acabaron con la Covid, que se ha sumado a otros virus estacionales, como el de la gripe, que tantos estragos causó hace un siglo. Sin embargo, este año se ha revacunado poca gente. Tendemos a olvidar las lecciones del pasado. También las de conflictos de largo recorrido histórico y memorias enfrentadas. Si las imágenes de los bombardeos sobre Ucrania nos amargaron las uvas de la anterior Nochevieja, esta última ha ocurrido algo similar con las del horror en Gaza.
Las fechas tan entrañables son propicias para hacer balance del año que se ha ido y establecer planes para el recién estrenado. Unos serán más pedestres (como estar en forma, dejar de fumar o aprender inglés) y otros más ambiciosos (desde aprobar unas oposiciones a conocer un país lejano o correr una maratón). Desde esa tierra imaginada y mágica que he bautizado como “Hidalga”, esa atalaya desde la que digerir una realidad cotidiana compleja, amarga a menudo, aunque no exenta de su punto agridulce, que cabe salpimentar con toques de humor, intento escrutar mi entorno sin perder la esperanza. Si se trata de buenos propósitos, me gustaría ver algún día a los responsables de las matanzas referidas en el banquillo mientras sus víctimas disfrutan de la anhelada paz y prosperidad.
No hay buenos augurios para 2024. Las guerras actuales, tanto las mediáticas como las más olvidadas, son fruto del llamado “nuevo desorden mundial”. Y quienes las alientan o apoyan se nutren de una crispación y un populismo propios del denominado “autoritarismo postdemocrático”. Tenemos buenos ejemplos en América y en Europa y émulos en nuestro país. Pero nadie nos puede arrebatar los más preciados tesoros, desde el voto a la palabra, ni la capacidad de análisis racional ante tanto dolor, lenguaje hiperbólico y exceso emocional. Son el mejor antídoto contra el miedo y el odio.
Ante tanta incertidumbre, conviene recordar el adagio latino de “nihil novum sub sole”. El primer paso es una buena selección de fuentes de información, fiables, plurales y rigurosas, para no propagar bulos y aislar a los “haters”. El siguiente, y no menos fundamental, intentar ponerse en la piel del otro, tener un mínimo de empatía. A partir, de ahí, afrontar cada problema con preguntas adecuadas para obtener las mejores respuestas.
Vuelve también la actividad parlamentaria. La duración de la legislatura está en el aire. Esta semana se despejarán algunas incógnitas. Pero el gobierno de coalición tiene difícil mantener todos los platillos en el aire, a la vez, sin que ninguno caiga, según la metáfora política al uso. Y apunta un nuevo ciclo electoral. Primero, dos comunidades autónomas históricas, Galicia (febrero) y Euskadi (aún sin fecha). Aunque las elecciones decisivas serán las europeas, en junio, las que, sin embargo, menos interés popular suscitan. Un gran error. De nuevo, saldrán a relucir en campaña temas nacionales para sustanciar realidades regionales o transnacionales. Y quedará sin afrontar el necesario debate sobre el modelo federal tanto en España como en Europa.
La ciudanía deberá posicionarse otra vez ante diferentes ofertas electorales. Quién no ha oído en su entorno a alguien calificarse como “ni machista, ni feminista” o “ni de derechas, ni de izquierdas”. Suelo discutir con mis alumnos sobre estos temas. Les digo que no hace falta referirse a grandes paradigmas ideológicos, siglas o nombres. La Política, con mayúsculas, desborda la vida partidista. Y es compleja, pero cabe encontrar diferencias razonables entre izquierda y derecha, del mismo modo que no es concebible tratar la relación entre hombres y mujeres desde la equidistancia, como si fuera igual defender la discriminación que luchar por la igualdad.
Ante lo que nos avecina, les propongo un juego, por si no tienen clara su posición política. Usen la primera persona, tanto del singular como del plural, ante los grandes conceptos –nación, seguridad, propiedad, bienestar, libertad, igualdad o paz— que sobrevuelan las alternativas electorales. Cuestiónense si priorizan la seguridad al bienestar, el derecho de propiedad o el derecho a una vivienda digna. Pregúntense si es posible la libertad sin una relativa igualdad de oportunidades. Recuerden hacerlo desde el “yo” y desde el “nosotros”. Y no olviden que, antes que las actuales víctimas, nuestros antepasados perdieron a sus hijos, parejas, hermanos o padres en bombardeos y represalias políticas similares o tuvieron que refugiarse en otro país para huir de la guerra y la represión. Sustituyan el nombre extranjero por el español. Y verán cómo se aclaran.
Espero no haber amargado su vuelta a la normalidad. Les deseo lo mejor para este año nuevo. También mucho ánimo. Que vienen curvas.
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