
No podemos hacernos idea de lo que serían las pestes en el tiempo antiguo, sin televisión que presentara los estragos de la enfermedad, sin las “primeras” de los periódicos, sin el soniquete irredento de las mil radios y con pleno desconocimiento científico de las raíces del mal. Pero sí sabemos que las pestes o las epidemias han servido para que unos ajusten cuentas sobre otros y para que afloren los peores instintos de los seres humanos, dejando a salvo naturalmente a los héroes solidarios que se han entregado siempre a ayudar al prójimo, los justos que nos salvan a todos.Las pestes sirvieron para ajustar las cuentas a los judíos, siempre más trabajadores que los hidalgos de todas partes. En el relato de Manzoni sobre la Historia de la columna infame sirvió la peste para combatir al poder español en Milán y hemos conocido los contemporáneos muy bien cómo se utilizó la crisis del sida para combatir la moderna libertad de costumbres, aunque se llevan por delante a las víctimas de las castas transfusiones de sangre.
La crisis del coronavirus ha dado ya pie a comportamientos indeseables. El primero son las aperturas con trompetas y tambores de buena parte de los telediarios que no se sabe bien si se alimentan más de la sangre que del dinero que proporciona el incremento de las audiencias. También comportamientos individuales depredadores, como el saqueo de las cajas de mascarillas de algún hospital, poniendo en peligro a quienes ya los necesitan por otras razones. Por fortuna, no se ha llegado aquí a escenas trágicas y miserables como la de las gentes en Ucrania apedreando la comitiva de sus propios paisanos y evacuados de Wuján.
Estos fenómenos ponen a prueba a las administraciones, tanto a los qué están al frente de ellas como a los que lo estuvieron antes y dejaron las cosas bien o mal organizadas. Recuérdese la malísima crisis del ébola en Madrid, que puso en claro que la administración central de entonces había medio desmontado lo único bueno que había dejado el sida: el Instituto de salud Carlos III, como estado mayor completo de prevención y lucha contra las enfermedades infecciosas.
Resulta muy satisfactorio que las máximas autoridades actuales den la cara, tanto de la administración central como de las autonómicas y expliquen el asunto correctamente y generando tranquilidad en vez de alarmas. Además, no han aflorado disputas políticas territoriales en el asunto y el coronavirus no es culpa de ninguna “nacionalidad”, ni siquiera de la China.
El comportamiento de las autoridades sanitarias es merecedor de plena confianza de los ciudadanos y estos y los medios de comunicación deben cooperar legalmente sin alarmismo ni estridencias. Y, ojo, las fakenews ya están ahí. Habría que aprovechar y alumbrar esos fenómenos que deben ser combatidos severamente, pues dejan a la sociedad inerme y sin anticuerpos.
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real
Entradas Recientes
Entradas recientes
- Premio de Honor Humanidades 2025 otorgado por la Facultad de Humanidades de Albacete (UCLM)
- Acabar a tortas. Políticos, empresarios y periodistas tienen una enorme responsabilidad en el clima político y social de la convivencia.
- Efectos económicos de una política arancelaria agresiva
- Don Quijote en el jazz y en la música popular: un viaje musical inspirado en Cervantes
- Una transición ilustrada
Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!