La iglesia de Nuestra Señora de los Olmos
La iglesia de Torre de Juan Abad está dedicada a Ntra. Sra. de los Olmos, en referencia a la abundancia de estos árboles, en otros momentos, en torno a la población. En sus orígenes fue una pequeña capilla de planta rectangular que ya existía en 1243. Una iglesia creada por la Orden de Santiago, que deja la cruz-espada característica de la Orden en los frontones del templo. La traza actual data del siglo XV, aunque su mayor parte es de los siglos XVI y XVII, con predominio de estructuras renacentistas y diferentes reformas hasta el siglo XVIII. Una iglesia de 648 metros cuadrados de superficie con una torre de 6,45 metros de lado en uno de sus extremos, coronada con una forma piramidal, y un espacio de planta rectangular de 23 por 11,60 metros de ancho que se remata en la zona del presbiterio con una zona que se abre lateralmente con un nuevo espacio. Medidas y proporciones que establecen el ritmo de sus diferentes ámbitos y permiten la calidad de la visión equilibrada de su espacio interior.
Un edificio en el que su imagen estaba también acompañada de llamadas a los sentidos. El sonido ya formaba parte de la iglesia inicial con sus campanas, que se conservan: Ntra. Sra. de los Olmos (orientada al Sur), María de la Vega (Oeste), Ave María Gratia Plena (Norte) y Sara -anteriormente en 1595, Jesús- (Este). El volumen final de planta rectangular se refuerza con contrafuertes en ambas direcciones reforzando así los empujes de la cubierta y definiendo una forma singular en el exterior.
Los materiales de su construcción, las rocas elegidas hacen una llamada al sentido del tacto. El pórtico principal del mediodía es renacentista y está realizado en una arenisca roja erosionada y desgastada por el tiempo. Las columnas son de roca arenisca con un jaspeado que nos anima a sentir el tacto de sus formas. Materias que hablan del paso del tiempo, de la actuación del agua y el viento sobre un material frágil.
El retablo
En su interior, su frente, tiene la belleza y la calidad del retablo que ocupa ese lugar privilegiado. El retablo mayor, transición del Renacimiento al Barroco, es de madera tallada y policromada, con tres cuerpos y tres calles, con alternancia de frontones curvos y triangulares. Tiene doce esculturas de talla entera de los Apóstoles. En la zona superior, cubriendo el conjunto hay un artesonado de madera decorada. El color de la decoración de la cubierta de esta zona completa el conjunto con sus dibujos sencillos en los casetones acogiendo la grandeza de la talla de madera del retablo. Un trabajo encargado el 11 de abril de 1589 al escultor y arquitecto Francisco Cano, residente en Villanueva de los Infantes. En la iglesia de San Andrés de Villanueva de los Infantes que se atribuyó en algún momento a Juan de Herrera, se ha documentado la intervención de Francisco Cano, vecino de Infantes y que influyó de manera decisiva en la arquitectura local y de todo el Campo de Montiel. Probablemente era pariente del escultor Miguel Cano, padre de Alonso Cano, oriundo de Almagro y nacido en Almodóvar del Campo.
Los frescos de las columnas del presbiterio representan a mujeres bíblicas (Ruth, Esther, Judit…) y en las pechinas del crucero se encuentran pintados los cuatro evangelistas. Completan el conjunto dos retablillos neoclásicos, dos retablos pequeños renacentistas procedentes de las muchas ermitas existentes en siglos y, en el crucero, dos retablos medianos barrocos, de los pocos que se conservan en la provincia.
Ahora son la madera y las pinturas las que hacen la llamada a la vista, pero también a la sensación de calidez a una visión de atractivo y de contraste con la piedra de otras partes del templo. Una composición de una dinámica especial con la presencia de dos figuras exentas en los lados en el cuerpo superior, el arco rematado con el frontón triangular y la figura radiante de su final superior que parece expandirse por el techo policromado.
Música de órgano en la iglesia
Uno de los mayores atractivos de la iglesia es su Órgano Histórico. Uno de los tres órganos más antiguos de la Península Ibérica conocido mundialmente. Construido por Gaspar de la Redonda Zeballos, en 1763, conserva prácticamente todo el material original. Celebra por ello su 260 aniversario de existencia. Es un órgano de un teclado manual de 45 notas, octava corta, ocho pisas de contras de 13 palmos, tambor, pedal de expresión para el registro de violines y dos rodilleras para la activación de la trompetería horizontal o de batalla. Las diferentes trompetas del órgano consiguen una presencia sonora singular en el conjunto de la iglesia. No siempre los espacios religiosos diseñados desde la pura forma arquitectónica tienen una acústica adecuada.
“Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales”. Y, por ello, desde hace 23 años la música se convirtió en protagonista del espacio de la iglesia de Nuestra Señora de los Olmos. Organistas de primer nivel desarrollan durante meses conciertos de órgano en la iglesia. Su párroco, Urbano Patón Villareal, con la colaboración de diferentes administraciones organiza cada año una serie de conciertos de primer nivel.
Este año Jesús Fernando Ruiz García, Joris Verdin, Margarita Lomas y Francisco Ortega, Jan Vermeire y la Schola gregoriana Idesbaldus, Francis Chapelet y Uriel Valadeau, Francisco Javier Santos Merino y Ángel Montero Herrero, Arturo Barba Sevillano y Anton Shlaruk harán posible de nuevo que la arquitectura sea también sonido. Una oportunidad de disfrutar de una música especial y de hacerlo en un ámbito en el que resuena la presencia de una percepción que atañe a todos nuestros sentidos en ese espacio interior de la iglesia de Nuestra Señora de los Olmos.
El tiempo
El paso del tiempo parece condensarse en este espacio religioso en el que resuena la trompetería del órgano. 434 años del encargo del retablo a Alonso Cano, 260 años de la existencia del órgano diseñado por Gaspar de la Redonda Zeballos, años desde que Alan Faye lo restaurara para hacer posible que este año se celebre el XXII ciclo de conciertos en la iglesia de Torre de Juan Abad. Una presencia sonora que parece condensar ese paso de siglos reunido en las sensaciones de su arquitectura, la escultura y pintura de su retablo y los valores sonoros emitidos desde sus múltiples tubos, revestidos en ocasiones de las partituras que definen sus notas que resuenan en el espacio religioso.
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