Entrevista de Emilia De Sainz a José Manuel Moreno Rodríguez
Publicada en Ethic el 17 de enero de 2024
En materia de cambio climático, José Manuel Moreno Rodríguez es una de las voces que deberíamos escuchar. Eminente científico, Moreno es catedrático emérito de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha; Académico electo de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España y ha sido miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, con quien obtuvo en 2007 el Premio Nobel de la Paz junto a Al Gore.
Casi dos décadas después de ese galardón, Moreno continúa su labor científica abogando por la finalización de los combustibles fósiles y urgiendo la adopción de medidas inmediatas para evitar que el cambio climático se convierta en una catástrofe global irreversible. Fue uno de los ponentes de las jornadas organizadas por la Fundación Cruz Roja Española, Conversaciones Humanitarias: Hacia un mundo sostenible.
Como científico y miembro del IPCC lleva años estudiando y alertando de las consecuencias del cambio climático. ¿Siente que la sociedad y los gobiernos le están dando la razón a la comunidad científica?
Los gobiernos han dado la razón a la comunidad científica porque todos los informes presentados por el IPCC desde que se fundó en 1988 han sido aprobados, sin excepción, por todos los países representados en ese organismo, que son la casi totalidad de los que pertenecen a Naciones Unidas. Ningún gobierno cuestiona la ciencia porque la ciencia la hacen y evalúan los científicos todos los días y la dan a conocer en sus publicaciones. Pero una cosa es el conocimiento que nos brinda la ciencia y otra que los gobiernos lo utilicen para adoptar decisiones, independientemente de lo que hayan aprobado en un organismo de Naciones Unidas.
Muchos gobiernos, incluso al nivel de sus más altos responsables, se permiten obviar –cuando no negar– la ciencia, usando el enorme altavoz que tienen para convencer a sus gobernados de sus decisiones, aunque sean contrarias a lo que dictaría hacer buen uso del conocimiento científico. Lo vemos con el cambio climático y lo vimos con el covid-19, cuando desde algunas instancias se cuestionaba el confinamiento como medio para detener el avance de la enfermedad. En las democracias, la responsabilidad de que las políticas se alineen con la ciencia es de los ciudadanos, pues somos nosotros con nuestro voto quienes elegimos un gobierno u otro. Cuando algún político niega la ciencia del cambio climático, se mofa de ella o llama extremistas a quienes de buena fe defienden lo que la ciencia avala, que nadie se llame a engaño si luego adopta decisiones contrarias a lo necesario para acabar con el mayor problema que tiene la humanidad.
Encaminar el mundo hacia una economía libre de combustibles fósiles es lo mejor para la humanidad.
Hay fuerzas como lobbies, partidos políticos, influencers y personajes públicos que no creen en el cambio climático. ¿Cree que esto ha significado importantes retrocesos en la lucha colectiva? ¿Qué puede hacer la comunidad científica frente a estos obstáculos?
Cualquiera que tenga un puesto de responsabilidad y tome decisiones no basadas en la ciencia del momento traerá desgracias para las personas. Y, lo peor, es que lo sabe. En el sismo de Turquía de 2023, ¿no sabían los constructores que podía ocurrir un terremoto que podría ser devastador si no se observaba un código de buenas prácticas de construcción? Lo sabían, y el terremoto ocurrió y ocasionó decenas de miles de muertos y devastación sin precedentes. Las malas decisiones en política traen desgracias, casi siempre para los más vulnerables. La ciencia es lo que nos permite tomar las mejores decisiones para que podamos vivir mejor. No olvidemos que, gracias a la ciencia, el covid-19 no fue lo letal que podía haber sido. Frente a la frivolidad en la toma de decisiones que no se basan en el conocimiento científico sino en la codicia de unos pocos, los científicos solo podemos alzar nuestra voz junto a la del resto de ciudadanos, pues somos los votantes quienes debemos actuar con responsabilidad no eligiéndolos. Encaminar el mundo hacia una economía libre de combustibles fósiles es lo mejor para la humanidad. El cambio climático es de tal trascendencia que no queda más remedio que enfrentarse a él reduciendo drástica y continuadamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
Sostenibilidad y capitalismo: ¿qué le sugiere este binomio?
El capitalismo sin regulación hace imposible la sostenibilidad ecológica. Recientemente, se oyen propuestas políticas quejándose de que hay exceso de regulación y de que es necesario levantar esos frenos, invocando mayor «libertad» para actuar. No se me ocurre nada más insensato. El incumplimiento de la legislación actual es la madre de la desaparición de Doñana, del Mar Menor, y de tantos ecosistemas únicos del planeta, incluida la desecación casi total de uno de los mayores lagos del mundo, el Mar de Aral. En un planeta finito, la libertad ambiental de uno afecta a su vecino más pronto que tarde. La libertad para tratar el medio ambiente sin restricción nos lleva al desastre; por tanto, ser libre hoy y disfrutar del medio ambiente que nos rodea significa mantener nuestros ecosistemas lo mejor conservados posibles, nuestra atmósfera y aguas limpias, nuestros suelos y acuíferos sin contaminar, nuestras ciudades sin ruido, etc. Sin eso, los que piden una «libertad» fuera de ataduras ambientales, lo único que quieren es esquilmar los recursos y contaminar el medio ambiente, obteniendo un beneficio para sí sin importar el medio ambiente invivible que dejarán tras de sí. Ser libre y buscar la sostenibilidad solo es posible regulando adecuadamente el medio ambiente y restaurándolo donde lo hayamos degradado. Y para ello tenemos conocimientos científicos como nunca. Quiero saludar aquí que la Unión Europea haya aprobado la llamada Ley de Restauración de la Naturaleza, y lamento profundamente que se haya opuesto a ello el Grupo Popular Europeo, dirigido por el señor M. Weber, a pesar de que sustenta a la actual Comisión Europea, en un movimiento de futuro por abrir la veda contra la regulación ambiental, tal como piden algunos de los más extremistas del arco político.
Lo importante es tener asegurados los pilares básicos de la vida, como la alimentación sana, la salud, la educación, los cuidados y el medio ambiente
Se pone mucho énfasis en la transición ecológica y la economía circular. Pero, prácticamente, no se está hablando de decrecer, de frenar el consumo y producir solo lo necesario. ¿Es factible la transición ecológica a partir del crecimiento en un planeta con recursos limitados?
No, el planeta es finito y los recursos infinitos no existen. Por tanto, en algún momento nuestra economía tendrá que afrontar esta realidad. Usar menos energía y menos materiales para lo que consumimos, y reciclar una y otra vez teniendo en cuenta lo que fabricamos desde el primer momento en que se diseña es lo que nos espera, pues no hay más planetas. Tenemos que imitar lo que hace la naturaleza. Desde luego hay que abandonar los indicadores de cantidad como métricas del desarrollo. Si no, siempre querremos más, por lo que nos dirigimos al precipicio. No necesitamos de tantas cosas para vivir bien. Lo importante es tener asegurados los pilares básicos de la vida, como la alimentación sana, la salud, la educación, los cuidados, el medio ambiente, etc. Si aseguramos lo básico, lo demás es perfectamente limitable y probablemente viviremos mejor al evitar la infelicidad de que siempre tendrás menos que alguien, aunque sea algo que no necesites. Necesitamos cambiar el modelo de desarrollo y las ciudades donde vivimos para morir teniendo más de lo que necesitamos en absoluta soledad.
Si partimos de la base de que los principales causantes del cambio climático son los países más industrializados como China o Estados Unidos y que los que más sufren las consecuencias climáticas y humanas de sus efectos son países en vías de desarrollo que emiten poco, ¿cómo podemos garantizar que los países emisores asuman responsabilidades proporcionales al daño causado?
Ciertamente, las responsabilidades son comunes pero diferenciadas. Los países de Norteamérica y Europa somos los que más gases de efecto invernadero hemos emitido. Mientras tanto, hay países que apenas han contribuido al problema. Por tanto, lo que hagamos unos y otros tiene que ser diferente. No obstante, la experiencia del Protocolo de Kioto nos muestra que los que un día emitieron poco luego pueden ser los campeones de la emisión. Dado que estamos ya sin margen para actuar, y que hemos «enfebrecido» al clima más allá de lo que nunca debimos hacer, no podemos permitirnos fracasar y encontrar que alguien que ahora no emite mucho lo haga mañana, haciendo con ello que traspasemos barreras que no podemos permitirnos. Por tanto, todos los países sin excepción deben contribuir a mitigar el cambio climático, los que más, más. Como resulta que el precio de las energías renovables es ya más barato que el de los combustibles fósiles, los cuales siguen subvencionados, hay que ayudar a que los países menos desarrollados lo hagan por una senda que no contamine, cambiando de modelo e invirtiendo todo lo posible en energías renovables. Las renovables tienen, además, el valor añadido de que te dan libertad, pues usas tus recursos y dejas de depender de gobiernos autoritarios que son la mayoría de los que tienen abundantes combustibles fósiles, que no dudan en modificar el precio de la energía para cumplir sus objetivos de país, independientemente de lo que les pase a los demás. Solo esto justificaría cambiar el modelo energético.
Las ciencias sociales han demostrado que la infelicidad de tu entorno te hace infeliz.
La Fundación Cruz Roja Española ha llevado a cabo una investigación sobre «Cambio Climático y Vulnerabilidad». Según los resultados, la sensación sobre la gravedad del futuro escenario ecológico para la sociedad española no depende tanto de la generación sino de la mayor o menor vulnerabilidad en la mirada de la persona hacia el futuro. La ciudadanía deposita más su confianza en el conocimiento científico, los educadores y las organizaciones humanitarias. ¿Cómo podría lograrse una mejor divulgación científica para concienciar a la sociedad? ¿Qué otros actores pueden resultar clave para generar confianza y compromiso?
El problema de nuestra sociedad es su compartimentación. Esto se manifiesta en que la mayoría de los ciudadanos «no cambia de canal», no se expone a fuentes fuera de su entorno de confort ideológico. Esto es un problema para el cambio climático, al que algunos interesados han asignado una calificación ideológica. Así evitan que la gente se informe de buena fe, al margen de sus posicionamientos ideológicos. Por eso quiero recordar que los informes del IPCC están aprobados por todos los países, y no se me ocurre mayor diversidad de ideologías e intereses que la que se da ahí. Yo invito a aquellos que basan sus convicciones en sus más profundas inclinaciones ideológicas a salir de su área de confort ideológico y que se decanten por la valentía de informarse sobre las bases de este problema tal y como lo ilustra la ciencia. Luego, que actúen según sus conciencias, pero si no tenemos un denominador común de conocimiento, la acción es imposible. Y ese común denominador no puede ser otro que la evidencia científica. Las ciencias sociales han demostrado que la infelicidad de tu entorno te hace infeliz. No hay felicidad posible en un entorno de sufrimiento. Tenemos que usar la razón y la ciencia para convencer a todos de que el sufrimiento humano y la enorme catástrofe ambiental que causa el cambio climático no traen progreso ni felicidad. Y la ciencia es el único punto que debemos tener en común para entendernos,
¿Qué papel juegan los medios de comunicación y cómo están abordando el tratamiento del cambio climático?
He encontrado medios y profesionales rigurosos, pero también me he encontrado con otros cuyo fin es transmitir un mensaje previamente establecido. Estos segundos son despreciables porque no buscan la verdad, sino imponer a toda costa una ideología. Malo es que esto se haga desde medios privados pues, como servicio público que son, están obligados a ser fieles con la verdad. Pero el mayor problema es cuando eso se hace desde un medio público, pagado por los impuestos de todos. Yo he hecho declaraciones a casi cualquier medio de España con un mínimo impacto nacional. Pero hay medios públicos que nunca me han contactado, porque no quieren difundir la verdad, sino que transmiten una visión inaceptable en un país democrático de primer nivel. Otros te contactan para criminalizarte, y te hacen encerronas con algún político jubilado que dice que se ha leído un libro que dice que algunos viven de mercadear con el miedo, lo que le convierte en un negacionista cualificado, cuando lo que esa persona hace es mercadear con la duda a cambio de recibir algún pingüe honorario. Los españoles debemos exigirnos que nuestro dinero no se use para fines de una determinada ideología. Es algo que, independientemente de la que cada uno tenga, deberíamos acordar, ya que ese es un valor compartido que nos hará un mejor país. Cuando algunos hablan de adoctrinamiento de los demás lo que quieren decir es que quieren imponer su credo a todos, pues quienes así se comportan acto seguido niegan la evidencia científica sin siquiera molestarse en decir en qué se basan. La calidad de la democracia exige total compromiso con la verdad, le guste o no a quien ostente el gobierno de turno.
¿Qué rol puede jugar España en el camino por la transición ecológica? ¿Diría que se ha aprovechado la Presidencia Española del Consejo de la UE?
La Presidencia Española ha traído avances muy importantes. La aprobación de la Ley de Restauración de la Naturaleza, la Directiva de Eficiencia Energética o del nuevo marco regulatorio de la energía eléctrica son varios ejemplos de lo mucho que se ha hecho durante este semestre presidido por España. Creo que esta ha sido enormemente exitosa para temas de cambio climático y conservación del medio natural. La influencia de la UE en las negociaciones de la COP28 ha sido decisiva para el acuerdo de transitar hacia una economía sin combustibles fósiles con emisiones neutrales a mediados de este siglo. Sé que lo conseguido no es todo lo que sería deseable, pero hay una cosa clara: los combustibles fósiles tienen fecha de caducidad. El cambio ya es imparable. No creo que nadie medianamente informado vaya a apostar su plan de pensiones a los combustibles fósiles. Ahora se trata de que esas inversiones reciban una calificación acorde con los objetivos de la lucha contra el cambio climático, para apuntalar estas conclusiones. Los combustibles fósiles acumulan mucho poder, en manos de unos pocos regímenes autoritarios en los que los derechos humanos no son moneda común. Ese no es el futuro. Llevará tiempo darle la vuelta a todo esto –llevamos desde 1992 insistiendo en su urgencia–, y pese a ello las emisiones han seguido creciendo. Pero, desde entonces, por más palos que se han puesto en las ruedas del progreso, el cambio del modelo energético se ha consolidado de la mano de unas energías renovables que, recuerdo, son ya más baratas que las fósiles.
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