Por C. Moral. Publicado en La Tribuna de Cuenca el 25 de noviembre de 2025.
El historiador del Arte, Pedro Miguel Ibáñez, recibió ayer en Cuenca el Premio a la Labor Investigadora de la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades de Castilla-La Mancha.
Desde muy niño, Pedro Miguel Ibáñez sentía que el arte lo acompañaba. Salía del colegio Ramón y Cajal, junto al parque de San Julián, y con ocho o nueve años se detenía ante el escaparate del kiosco del Niño, donde permanecía «absorto», embelesado por la caja de acuarelas que allí veía. Su gran frustración, confiesa a La Tribuna, fue no haber podido dedicarse a la pintura, pero aquel impulso temprano dejó una huella que nunca desapareció y que dio origen a una vocación que lleva consigo «desde muy, muy niño».
Ibáñez recibió ayer el Premio a la Labor Investigadora de la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades de Castilla-La Mancha, un reconocimiento especialmente valioso que confirma que su obra encuentra eco en una institución compuesta por profesores universitarios y especialistas de alto nivel. «No se trata de una actividad visible ni frecuente en los medios. Saber que esa labor recibe atención pública es profundamente reconfortante», admite el premiado.
Trayectoria. Al echar la vista atrás y reflexionar sobre sus 40 años de trabajo, se da cuenta de que cada uno de sus proyectos, desde los libros hasta los artículos en revistas especializadas o las colaboraciones en volúmenes colectivos, forma parte de una biografía paralela. A lo largo de su carrera, ha publicado alrededor de 160 títulos. Sin embargo, para él lo importante no es la cantidad, sino la calidad de su trabajo. Pedro Miguel Ibáñez no duda en señalar las graves pérdidas que ha sufrido el patrimonio conquense a lo largo de los siglos. «Cuenca ha perdido muchísimo», afirma. Uno de los ejemplos más lamentables es, a su juicio, la destrucción del puente de San Pablo, un icono de la ciudad que, tras sufrir daños en algunos de sus arcos, fue finalmente dinamitado. Esta decisión, según Ibáñez, fue un «disparate». También recuerda con pesar la demolición de una de las fachadas gótico-barrocas de la Catedral y subraya que estos episodios dejaron una huella profunda. Ibáñez recuerda la importancia de preservar lo que queda para el futuro.
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