Ya se sabrá a estas alturas quien será Rector de la Universidad durante los próximos cuatro años, por lo que seguramente puedan ser útiles para todos algunas reflexiones sobre los retos que afronta la Universidad.Una primera consideración debe referirse a la docencia. Por fortuna, el primer rector, Isidro Ramos, dejó sembrado desde su visionario discurso inaugural de 1985 en los profesores y técnicos de la primera generación un innovador catálogo de ideas y técnicas. Bien cultivadas a lo largo de los años posteriores nos han dotado de la tecnología y las habilidades necesarias para que, junto a un extraordinario esfuerzo de los servicios informáticos y de su dirección, hayamos podido pasar en cuatro días de la enseñanza presencial a la digital, lo que ha sido un verdadero récord nacional. Lo que hemos aprendido de esa necesidad hay que convertirlo ahora en virtud. Se abren grandes oportunidades para enriquecer y acompañar la enseñanza presencial y, sobre todo, para organizar los cursos de especialización y de formación permanente, así como para dar una plataforma regional a la labor del profesor individual esté donde esté. Por la misma razón se debe dar un salto en la importante tarea de la extensión cultural de la Universidad, pues la tecnología hace posible enriquecer la acción que tiene lugar en un campus con la desarrollada en todos los demás y permite una comunicación audiovisual e interactiva a nivel regional para lo académico y cultural.
Será imprescindible cambiar muchas cosas en la gestión económica. Impera hoy un sistema de control extremado del gasto, absurdo y paralizante, que impuso el ministro Montoro para “compensar” los escándalos de la época. Si el sistema es malo para las administraciones ordinarias, resulta letal en todo el sistema de I+D, tanto para el CSIC como para las Universidades. Estas tienen que impulsar su reforma por el Gobierno central, pero también hay que innovar en las universidades internamente y no dejar las interpretaciones de la Ley en cada funcionario aislado, pues el proceso tiende a que el mejor gasto sea el que no se hace.
Para todo será fundamental captar lo difícil que va a ser la vida económica y presupuestaria de los años venideros, lo que debe estimular nuestro entendimiento. Es posible que el único camino para hacer frente a la muy insuficiente financiación universitaria -y de todo el sistema I+D- sean los nuevos fondos europeos de la era del Covid, pero se encuentran condicionados a la formulación de proyectos por parte de Universidades junto con empresas. El aprovechamiento de esos fondos requiere iniciativas y nuevas ideas, seducir a las empresas y lograr la complicidad del Gobierno regional. Una gran comisión para el estudio y la preparación de esos proyectos debería ponerse en marcha desde la semana que viene.
Y con ello el último desafío: hay que protocolizar las relaciones entre la UCLM y la Junta de Comunidades, lo cual no es solo cuestión de reglas, sino, sobre todo, de confianza mutua. Es una tarea sobre la que ya nos advirtió Justo Zambrana cuando se hicieron las transferencias: la Junta y la Universidad deben mantener una relación de plena confianza. La Universidad es un organismo adscrito a la Junta, aunque tenga un régimen constitucional de autonomía, pero esta es una autonomía para el mejor desarrollo de la actividad académica, en lo demás es una institución de la Comunidad Autónoma y ambas tienen que estar bien coordinadas, sobre todo ante una crisis como la que sufrimos.
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