A tenor de algunas reacciones, lo que más me sigue sorprendiendo es la dificultad que tiene la sociedad, de la base y de las alturas, para entender lo que hacen los enseñantes, tanto en la escuela, como el Instituto o en la Universidad. Es una incapacidad que muestran incluso sí han pasado por la propia universidad.La Universidad se fundamenta en la enseñanza y en la investigación y la dedicación de los profesores debe ser a ambas tareas, a salvo de algunas carreras que por ser muy profesionales no requerían históricamente el doctorado y la formación que éste supone. La tarea investigadora en mi campo debe repartirse aproximadamente en un 30-40 por ciento de horas de docencia y un 60-70 por ciento de investigación. La jornada diaria de un profesor investigador no debe bajar de las 10 horas, es decir, de 70-80 a la semana. Esa dedicación no solo es medible, sino que resulta evaluable y así se hace en lo que a la docencia se refiere a través de los planes de calidad, con revisiones cada 3 años, para lo que se toman en cuenta no sólo las horas de clase teórica y práctica sino también la utilización de recursos de aprendizaje y prácticas innovadoras, la realización de actividades docentes y culturales en la propia Universidad o la extensión universitaria, etc. Es ésta una evaluación que se realiza por la propia Universidad y su comisión al respecto y que la superan la inmensa mayoría de los profesores, aunque siempre quedan fuera hasta un 10 por ciento. Naturalmente que esa evaluación se puede mejorar e incrementar.
La parte de la investigación se evalúa muy rigurosamente por comités externos y de nivel nacional, cuyos resultados conocemos como “tramos de investigación”. Un investigador bueno debe acumular cada 6 años un tramo y presupone que un comité nacional bien autónomo y alejado del interés de grupo ha estimado positivamente la actividad plasmada en la investigación publicada, que cómo en el caso de las Ciencias experimentales se controla por la calidad de la revista o editorial de los libros, por el impacto que esas publicaciones comportan o por criterios que sustituyen o complementan a estos en las Ciencias Sociales. El sistema de control es tan extremado qué recuerdo bien cuando junto con Ernesto Martínez Ataz hacíamos la selección de profesores para nuestra primera Facultad de Medicina y seguíamos la evolución en los puntos de información de la vida científica de los posibles candidatos, en los que se representaban no solo en datos sino también en gráfica y mucho me sorprendió cuando mi compañero de fatigas advertía en una gráfica una caída notable que se mantenía unos cuantos meses y me decía: este, o ha caído enfermo, o le han hecho vicerrector, o ha tenido descendencia. Esto último solo se apreciaba curiosamente en mujeres. Así es la cosa. Por cierto no hay creo ningún sector de la administración pública que someta a sus funcionarios a una evaluación cualitativa tan transcendente, pues solo con un cierto número de sexenios se pueden alcanzar las mayores responsabilidades.
Pero deseo precisar que dar clase es, además, prepararlas, incorporar las novedades producidas del año anterior. En esto los penalistas lo tenemos difícil, porque nuestra materia no abandona la primera página de los periódicos y ocupa incluso todo el tiempo en algunos telediarios, que a los antiguos nos recuerdan mucho a “El Caso”. Ya decía don Miguel de Cervantes: el demonio nunca descansa y todo lo añasca.
Pero además de las clases y la investigación está el que hay que leer mucho. No hay ciencia ni calidad docente sin información, ni amplia cultura. Los periodistas gustan mucho de la pregunta sobre el último libro leído por su víctima, pero a un profesor hay que preguntarle no solo por el último leído en la semana, sino también cuántos otros libros ha acariciado con la mirada en ese periodo. Si el profesor no hace las tres cosas no será un buen profesor. Y sería muy bueno a estas alturas qué el rectorado nos contara con detalle cómo está nuestra productividad científica medida por estas organizaciones internacionales y nacionales, cómo estamos de tramos de investigación, en qué proporción sobre el total de los profesores que pueden acceder a la evaluación y por los sexenios que puedan acumular. De ahí nos saldrá la lista y el ranking de cada cual. Por aproximado que sea, será bueno saberlo y todos los esfuerzos que hagamos por comunicar estas cosas irán en beneficio de la Universidad y del concepto que tengamos todos sobre nosotros mismos.
Y no me voy a olvidar del personal que llamamos de administración de servicios. Es muy variado, pero voy a resaltas dos sectores que pueden ser más comprensibles para los lectores, las bibliotecas y los servicios informáticos. De las primeras impacta a quien con experiencia de la vida llega a la biblioteca y se entera que le pueden proporcionar cualquier libro o revista científica disponible en las bibliotecas universitarias de Europa,además, su asesoramiento a los usuarios es bien notable, despliegan iniciativas de servicio y acciones culturales y encima les someten a la congelación de plantillas y, además les hacen trabajar seis veces más que antes por cada libro que se compra, pues los que quisieron huir de un sistema en el que dirigentes de la administración distraían millones en bolsas de plástico no tuvieron mejor ocurrencia que someter a todas las administracionesa normativas absurdas, sin caer en la cuenta que lo que garantiza que no se produzcan desviaciones es la transparencia y la profesionalidad de los funcionarios. Aún más, los libros tienen precio único. Del servicio de Informática baste con decirles que en una semana han sabido completar el sistema de que se disponía para sustituir una lengua en uso por otra nueva, pero que nos permite aprender con suma facilidad y hace posible soportar la inmersión de toda la Universidad en la era de la conferencia audiovisual en tiempo real y con un uso de la red varias veces más intenso que el tiempo normal, eso sí, a costa de los alumnos, cuyo esfuerzo personal debe incrementarse de modo notable en tiempo de coronavirus.A ver si se animan algunos compañeros de diversos sectores a contar lo que se hace para explicar lo que hacemos.
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