«El Miradero»: 60 años de Constitución

Antes de que mis lectores piensen que se me va la cabeza (o que el dedo se ha equivocado de tecla), aclaro que el título de esta semana se refiere a la Constitución francesa, y no a la española, de cuyo 40º aniversario quizá digamos algo en otro momento, procurando no cansar demasiado… El caso es que la Constitución que inauguró la V República en nuestro país vecino entró en vigor en octubre de 1958, y fue una de las referencias que pudo considerar nuestro constituyente, aunque su influencia sobre nuestro texto queda muy por detrás de la alemana (a través de la Ley Fundamental de Bonn de 1949) y de la italiana, cuya Constitución también celebra “números redondos”, ya que entró en vigor el 1 de enero de hace ahora 70 años. Sin embargo, la Constitución francesa de 1958, y quizá más aun sus 60 años de aplicación, nos ofrecen enseñanzas del mayor interés.

Es un texto atípico que se preparó como reacción al fracaso de la IV República (inaugurada en la Constitución de 1946), ya que el acentuado parlamentarismo de esta última generó una notoria inestabilidad de los gobiernos, que acaso en Francia no supieron manejar con la destreza de los italianos. Nos encontramos así con la creación de un nuevo modelo, ni totalmente parlamentario ni totalmente presidencialista, un modelo mixto en el que el elemento presidencialista se acentuó muy pronto  (en 1962 una reforma introdujo la elección directa del presidente de la República), y en el que el primer ministro y su gobierno se someten a un sistema de “doble confianza” (la de la Asamblea y la del presidente), pero que ha evolucionado mucho dando lugar a períodos muy diferentes, siendo de destacar incluso la posible “cohabitación” de un presidente de la República de un signo político con un primer ministro de otro. La Constitución de 1958 está obsesionada por fortalecer al poder ejecutivo, introduciendo así otra novedad significativa, como es la reserva reglamentaria, que impide la regulación de ciertas materias por parte del legislador. Y en buena medida al servicio de esta se creó el Consejo Constitucional, un órgano inicialmente de cierta naturaleza política, aunque ha evolucionado hasta equipararse a la mayoría de los tribunales constitucionales.

Lo cierto es que esta Constitución se diseñó de algún modo “a la medida” del general De Gaulle, pero ha evolucionado adaptándose a las circunstancias. No tiene declaración de derechos, pero ello no impide que estos estén reconocidos por el preámbulo (vigente a estos efectos) de 1946, y la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Es un buen ejemplo de que las constituciones, como las leyes, suelen ser más “listas” que quienes las hicieron, pudiendo “crecer” y desarrollarse para afrontar la mayoría de las situaciones que puedan surgir. En efecto, este texto se concibió para afrontar un problema determinado, pero posteriormente ha servido para resolver razonablemente bien muchas otras situaciones. Aunque ha habido, desde luego, varias reformas, y tampoco faltan algunas voces que hablan de una posible VI República, creo que la Constitución de 1958 goza de buena salud, ya que este texto, y su desarrollo posterior por el Consejo Constitucional, instauran un nuevo modelo de relación entre los poderes, pero heredan y enfatizan unos “valores republicanos” que están firmemente asentados en la sociedad y la cultura política francesas.

(Fuente de las imágenes: https://ca.wikipedia.org/wiki/Charles_de_Gaulle y http://civilitasetlitterae.blogspot.com/2017/03/como-funcionan-las-elecciones.html)

 

Antonio Martínez Sarrión y los Presentimientos

Publicado en Hipérbole intersecciones creativas en septiembre de 2021

Por José Rivero Serrano

El sábado pasado, 11 de septiembre, recibí –estando yo en Alicante, en la Plaza de los Luceros, camino del hotel, tras un viaje familiar entre Guadalest y Benimantell– entre las 18,18 y las 18,35 horas varias llamadas de Antonio Martínez Sarrión (Albacete 1939-Madrid 2021), la primera perdida y la segunda de ellas, en respuesta a la llamada intermedia mía, para comentarme el plante del Congreso, un tanto fantasmal, celebrado a principios de septiembre en Astorga, sobre los 50 años de la publicación de Nueve novísimos, la celebrada y celebérrima antología de José María Castellet. Un congreso celebrado desde la astorgana Fundación Panero –padre del más pequeño de los antologizados por Castellet, Leopoldo María Panero en el libro referido–, con la colaboración de la Universidad de León y con la coordinación de Guillermo Carnero –otro de los incluidos en la antología–.

Un congreso leonés que se había demorado desde el año pasado, por razones sanitarias, y que había producido un extraño vacío sobre la persona y el poeta Martínez Sarrión; extraño vacío que AMS no acababa de comprender en estos tiempos de desaires y destemplanzas. Y por ello sus indicaciones en la llamada alicantina, “infórmate en la red sobre los procesos del congreso, y luego hablamos y comentamos”. Ya traslucía alguna incomodidad por el hecho de no haber contado con uno de los supervivientes del grupo poético, ni siquiera un ofrecimiento de comparecencia a distancia. Un desaire, una limitación o una impertinencia leonesa. Todo ello cuando nosotros en Hypérbole, con menos medios y subvenciones públicas, habíamos dedicado en estas páginas hasta tres textos a lo largo de 2020, referidos a la efeméride de la antología más importante del final del pasado siglo. Junto a otra pieza celebrativa del 80 aniversario de su nacimiento: ‘AMS: Maestro y moderno’, ya en 2019. Evidentemente, producidos desde el afecto y la amistad profesada hacia AMS.

La segunda parte de la conversación sobre lo que yo ya llamo ‘astorgada’–cual mantecada que quedará varada en el tiempo– no ha llegado a producirse; en la medida en que esta mañana del 14 de septiembre, a las 10,56 recibía una llamada de Graciela Paoletti –la mujer y compañera de AMS– para darme la pésima noticia de su fallecimiento. Incomprensible, desde la perspectiva de la última conversación del sábado pasado, donde Antonio no tradujo nuevas dolencias a las que venía sosteniendo en los últimos años. Años de pesares y, por lo visto, de desaires.

Habíamos hablado a mediados de julio –yo en Zahara de los Atunes, Antonio en Altea– para comentarme el agradecimiento por el texto de la serie que sobre ciertas pinturas habíamos empezado a publicar en Hypérbole. Texto a propósito de la Isla de los muertos, que denominé Variaciones sobre el último viaje. Que no dejaba de ser un homenaje al pintor suizo Böcklin, como al poemario de AMS nutriente y expelido desde el cuadro y que daría lugar a su pieza Cantil (1994). Días antes de la publicación y antes de los exilios vacacionales, habíamos coincidido –así se hacía constar en el postscriptum del texto Variaciones sobre el último viaje – en la Residencia de Estudiantes, el 18 de junio. En un homenaje, consistente en una dramatización del poema, por parte de la actriz Alicia Sánchez. Después en su casa –tras el homenaje de la Residencia–, Antonio, Graciela, Carmen y yo contemplamos la joya que Antonio quiso que viéramos –como otro tributo de adioses–. Un cortometraje de 1970, de Vicente Molina Foix (VMF) –otro antologizado en Nueve novismos–, corto documental realizado para Televisión española, con el título Siete presentaciones, donde podíamos ver a hornadas poéticas en ejercicio –Grande, Claudio Rodríguez, AMS, VMF, Brines y Bousoño y además la propina de la entrevista a Vicente Aleixandre, por parte de AMS, VMF y Félix de Azúa. Y todo ello, texto, homenaje sobre CAntil y cortometraje se encadenan hoy como una suerte de despedida intuida. Igual que la conversación del 11 de septiembre –una fecha nítida para el recuerdo.

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Como homenaje recuperado, traigo a estos presentimientos finales, otro texto del homenaje que se debería haber producido y leído en 2014 en la Biblioteca del Alcázar de Toledo y que cuenta con algunas notas sobre la escritura y su elaboración en AMS. Texto con claves formativas incluidas en la rememoración de la infancia. Texto inédito salvo una plaquette de tirada reducida, entregada al homenajeado AMS y a los autores intervinientes en el homenaje.

Lugares y emblemas. Sobre ‘Infancia y corrupciones’

“Michael Taylor en su trabajo ‘La mentira de Vermeer’ plantea una disyuntiva cierta y verdadera, sobre los actos creativos. Y escribo a conciencia lo de ‘cierto’ y lo de ‘verdadero’. Porque sé y me parece, que no siempre lo verdadero es lo cierto; y otras muchas veces, lo cierto puede ser una falsedad de dimensiones significativas e importantes. Aunque al fin y a la postre, si fuera cierto lo afirmado por Andrés Trapiello, de que “todas las palabras acaban siendo verdaderas, incluso en sus pobres e interesadas mentiras”, no cabría formular separaciones entre lo uno y lo otro, entre lo ‘cierto’ y lo ‘verdadero’. Porque la destilación del tiempo y su elaboración creativa y estilizada, acabará produciendo esa extraña amalgama entre lo ‘cierto’ y lo ‘verdadero’.
Si el creador utiliza el arte para transformar la realidad según el dictado de su propia conciencia y aún de su propia memoria, podríamos decir que toda creación artística, del tipo que fuere, y toque lo que resulte y convenga, sugiere dos preguntas superpuestas y encadenadas. ¿Cuál es la conciencia que mueve y empuja al acto creativo?: ¿dar cuenta de un tiempo vencido? o ¿proyectar luz sobre uno mismo y sobre otros; sobre la quietud y sobre la andadura misma? Cuestiones estas amalgamadas, de lo propio y de lo ajeno, de la pertenencia y de lo prestado, de lo móvil y de lo estático, que se instalan y se emparentan con otros asuntos de cierta consistencia gravitatoria, sobre la espacialidad misma y sus misterios, como veremos más adelante. Pero además de ese carácter geográfico, topológico, o si se quiere espacial, de la creación, andan en ella enredados asuntos y cuestiones que pleitean con el tiempo y sus guedejas.
Conciencia creativa, la del artista que trabaja, casi siempre y en casi todas las disciplinas, con una doble temporalidad de sobra reconocida. Por ello, también tendríamos que preguntarnos sobre ¿cuál era esa realidad inicial que el artista necesitaba trascender, reedificar, recordar? Y esa distancia entre la realidad inicial y el ejercicio posterior de su captura, es la que va a condicionar la aventura de la creación y de la rememoración.
Por ello, Conciencia y Realidad componen el par temático de esa captura que formula la creación y que demandan los ejercicios construidos en torno a la memoria. Si además de todo ello, admitimos con Trapiello que “todo escritor es la materia de su libro, y todo libro es la parte visible de una intimidad”, ¿qué podremos decir de aquellos libros que ya nacieron con esa pretensión en el centro mismo de su escritura: ser uno mismo el material del relato y erigirse en protagonista mayor? Afirmación, la de Trapiello, que vale tanto para ejercicios poéticos, como para los asuntos narrativos; tanto para los textos dramáticos, como para los prospectos muy personales de Diarios, Memorias, Dietarios y Carnets. Más aún, tendríamos que decir, que en estos casos últimos, la afirmación de Trapiello es tan evidente que puede silenciarse, por ser tan obvia y transparente.
Pues bien, en ese trabajo entre la ‘Conciencia’ y la ‘Realidad’, que son de hecho unas Memorias, dos facetas pretendo subrayar en estas líneas: las relacionadas con el ‘Espacio’ y con el ‘Tiempo’. Relaciones, con el ‘Espacio’ y con el ‘Tiempo’, que aceleradas, dan lugar a los llamados por Antonio Martínez Sarrión como ‘cohetes espacio-temporales’, que designan los asuntos y materias de largo aliento y de más largo calado formativo. Asuntos, como los expuestos en la página 279 del texto, para dar cuenta del valor de formación y del valor de permanencia de, entre otros asuntos y cuestiones, el cine, los tebeos, las revistas, los libros y la inefable radio.

Entre las pocas precisiones y dataciones temporales dispersas entre las páginas de ‘Infancia y corrupciones’, en prolongación con la percepción difusa y brumosa de la temporalidad infantil, hay dos marcas que, particularmente, retengo sobre todas las demás. Ese efecto del tiempo diluido más que recobrado, es inherente al ejercicio de la escritura que despliega Antonio Martínez Sarrión en su trabajo, donde hay una percepción sensible de la temporalidad cambiante ligada al medio en el que se respira. No es lo mismo la quietud rural y apacible de un atardecer en Munera o un crepúsculo otoñal en Pozoberueco; que el tráfago urbano, caliente y acelerado, descubierto por Sarrión en su primer viaje a Madrid. Por ello, la lectura de esas capturas del pasado contará con ritmos temporales diferenciados: sinuosos, prolongados, dilatados y durmientes los primeros; y sincopados, vibrátiles, eléctricos y vertiginosos los segundos. Más allá de esa diferencia en tonos y ritmos como los citados; el tiempo vivido y seleccionado en la escritura, discurre ante el lector como el movimiento casi invisible de una nube veraniega, quieta y algodonosa. Una sensación de quietud y de falso estatismo, que nos deja ver cómo se desenvuelve la escritura en fechas divagantes y de dudosa precisión temporal.

Agrupar ese tiempo deshilvanado y plano, ahormarlo para la escritura requiere unas técnicas narrativas precisas; de tal forma y manera que esos recuerdos, que se van activando desde el reflejo reflexivo de toda escritura, requieren unos hitos de referencia precisa. Hitos memorables que suelen funcionar, como los faros en la navegación anterior a los avances inteligentes del GPS y de los satélites, como luces turbias o brillantes, que nos orientan y nos permiten, desde su reconocimiento, establecer y otear el perfil de la silueta costera y de las hondonadas marinas. Hitos memorables de referencia pues, para no perder la andadura y no perderse en ella, y que funcionan también como los jalones camineros: nos orientan y nos delimitan la trazada de nuestra andadura.

Hitos de referencia, como fuentes de memoria, que la abastecen y nutren, para desde ellos desplegar la recuperación que demanda esa particular escritura movediza y cambiante. Como corresponde, por demás, a un ejercicio de memorializar la infancia y sus recodos de temporalidad intangible y de acontecimientos difusos y circulares. Tan circulares como los calendarios agrarios y su agregación concatenada de fiestas y festejos, que año tras año repiten su secuencia de llegada y de despedida.

Los hitos espaciales tenidos por tales, como explica el escritor en diversas páginas y secuencias, están referidos a pasajes ejemplares de su Albacete natal: el Pasaje Lodares, el Alto de la Villa, el Teatro Circo, La Feria o el Parque de Abelardo Sánchez, serían algunos de esos posibles mojones camineros. Otros emblemas de la rememoración estarían formados por cines abiertos como el Capitol y el Maricel; bares cerrados y cafeterías de Formica, que quedan en la memoria, como Salas, Sajonia y Rex; y, finalmente, el grupo de bibliotecas públicas frecuentadas y admiradas. Junto a esos enclaves, y con una nutrida nómina de acompañantes diversos, habría que unir los primeros lugares ajenos al centro formativo y familiares al tiempo: así Pozo Berrueco, Munera y Vara del Rey.

Lugares que tienen cometidos diversos en la génesis y formación del muchacho Sarrión en ciernes. Frente al carácter urbano, funcional y comercial de los primeros enclaves, habría que contraponer el cargamento de las segundas plazas, que rondan la memoria polvorienta y acalorada de los días azules y festivos. Si los primeros hitos espaciales aparecen revestidos de tonos y pigmentos grisáceos de la ferralla del óxido; los últimos cuentan con una coloración más viva y nítida, con matices más vibrantes, próximos a la fiesta y al juego. De igual forma que las capturas del callejero de Albacete y sus andanzas y recorridos, cuentan con una urdimbre narrativa que se contrapone al viento poético alado de los pueblos citados. Como queda claro en las líneas elegíacas de Munera. “Los viejos y nobles portones construidos con madera de sabina y con historiados llamadores de bronce, se agrietan y cuartean en los caserones blancos de cal y semiabandonados…”. Tono que enuncia lo que se extingue y marcha, de igual forma que lo hace, páginas después, con el recuerdo de Vara del Rey: “Abandonando para siempre el lugar, en el que no queda más rastro de mi familia que un incierto tresbolillo de tumbas y nichos en el cementerio”. Ese tono de fractura y de adiós, aparece de nuevo referido ahora al Alto de la Villa. Convertido ya, de manos del progreso conventual e higiénico de los años sesenta en “una gigantesca escombrera de polvo y cascotes”. En una extraña coincidencia melancólica de lugares contrapuestos.

La temporalidad diluida que se constata en buen número de las primeras páginas del recorrido memorialístico, va adensándose y tomando forma de escueto calendario quizás a partir de la página 190. Y es a partir de esta consideración temporal de los años cincuenta, donde se verifica tanto la apertura como el cierre cronológico de ‘Infancia y corrupciones’. De tal suerte que lo que empieza con la postulación falangista, justamente en 1951, va adquiriendo tonos de repetición sostenida, en distintos momentos y páginas. Así, y entre otras, la captura del profesor Renard, “Licenciado en letras y profesor encargado de una asignatura que pudo llamarse algo así como ‘Invitación a la cultura humanística’ o cosa similar, una mañana del otoño de 1955 le vimos ascender a la tarima demudado y tembloroso”, para dar cuenta de la muerte de Ortega y Gasset. Captura que funciona como pararrayos de la rememoración de esos años, que se saltean entre los instantes patrióticos de 1951 y los mementos piadosos de 1952, Congreso Eucarístico mediante, y que se irán cerrando a mitad de la década.

Ese será el mismo otoño en el que el joven Sarrión viaje a un Madrid con olor a berza y a anuncios luminosos estallantes, para percibir una extraña dualidad entre lo castizo y lo moderno nuevo; o para asistir a su madurez urbana. “Así recuerdo todos los paisajes de mi primer iniciación madrileña: la España eterna clerical, parasitaria, menestral y pordiosera, encolada a trancas y barrancas as los elementos y cifras más agresivamente visuales y chillones de la cultura yanqui, en todo su apogeo y que comenzaba a penetrar, de forma imparable, intramuros del recocido, autárquico, hosco y tizando solar ibérico”.

Viaje que, cerrando los estudios de bachillerato, supondrán de hecho la conclusión o el término de la infancia recuperada y la verificación de una nueva temporalidad discursiva. Temporalidad nueva, que salta a la página 324, tras el relato de la visión de la película ‘Muerte de un ciclista’, al advertirnos ya de la fractura citada al principio de estas líneas: “soy el que escribe y recuerda al escribir”. ¿Cuál era esa realidad inicial que el artista necesitaba trascender, reedificar, recordar? Por eso se desprende, que “En comparación con el momento en que escribo” el pasado, tal vez, fuera otro.

Un ‘Otoño en Madrid, hacia 1950’, como llamara Benet a su mirada sobre la misma ciudad que visita Sarrión salido del Bachillerato de su Albacete natal. ‘Otoño en Madrid, hacia 1950’, que ya sabemos sería, más bien, el del año 1955. Tan brumoso ese otoño como el humo abundante de determinada secuencia de ‘Muerte de un ciclista’. “Muchos años después un amigo me contaría que él y otro compadre, no pararon de fumar y echar humo fuera de encuadre y acuclillados bajo una de las mesas de lo que representaba un tablao flamenco”. Ese amigo que fumaba y echaba humo abundante y denso, bajo las mesas, sería años más tarde el responsable del texto central que relataba la ciudad que cambió la vida, las circunstancias y la memoria de Martínez Sarrión. El ‘Otoño en Madrid, hacia 1950’, aunque fuera ya el de 1955, daba cuenta de otro oficio y de otra mirada. Un oficio para vivir, y también, una mirada para vivir. Así “Durante todo aquel otoño miré y remiré fascinado las baterías de cocina, los tambores de detergente y las señoras estupendas con níveo y sucinto delantal que nos recomendaban los primero aparatos de televisión, las marcas de cigarrillos y licores, los paisajes invernales de las Rocosas, los otoños increíbles de Vermont…” Tan increíbles esos otoños de Vermont, como el influjo de la otoñada crecida madrileña, en que Martínez Sarrión comenzó a ser un ‘Moderno’, mirando el ‘Life’ y fumando cigarrillos mentolados con sabor a mar”.

IVA y Kw/h

Somos alemanes pagando lo que pagamos en el recibo de la luz, pero con la diferencia de ingresos que tenemos en una familia media, esto supone una carga más que insoportable. España es uno de los países de la Unión Europea donde el precio de la energía es más caro. El pasado viernes el MW/h alcanzó los 152,332 euros, un 300% de aumento respecto a la misma fecha del año
2020.

El precio se fija, no por la media del coste incurrido en la producción del KW/h, sino por el del más caro, en este caso por el que se produce por consumo de gas, que ha subido un 500% en los últimos meses. Si ustedes analizan su factura de la luz, verán que, entre factor de potencia e impuestos, pagan más que por los KW/h consumidos.

Con la fórmula de fijación del precio, las eléctricas están haciendo un negocio redondo. Los ingresos que se generan por impuestos aumentan exponencialmente, ya que, hasta en los contratos que se han beneficiado de la reducción del IVA del 21% al 10%, dado el aumento del precio experimentado, están pagando los mismos euros que antes de la rebaja. Y no digamos lo que
les supone a los que tienen contratado más de 10 KW. Comparen ustedes lo que están pagando estos meses con los mismos meses del año anterior.

Pedro Sánchez ha prometido que, al finalizar el año, habremos pagado por suministro de energía a lo largo de 2021, lo mismo que en 2018. Cómo quien controla el Boletín Oficial del Estado se puede permitir ciertas promesas, habrá que pensar que habla con conocimiento de causa y que podrá cumplir lo que promete y a mí me gustaría por lo que supondrá de alivio a familias, pymes y
autónomos, que están soportando otra carga más. Pero ya estamos en septiembre, tengo un cuadro comparativo de lo que pagué en 2018, 2019, 2020 y lo que voy pagando en 2021, si se cumple la promesa del presidente ¡vaya gustazo me voy a dar!

Paisaje, Caza y Dignidad

Se suele pensar que el paisaje es el que es y que está donde está, aunque no lo miremos. No es así, sin mirada no hay paisaje. Mirar requiere algo más que ver, reclama comprender y caracterizar lo que se mira. Es un asunto moderno, propio del tiempo del romanticismo. Ortega y Gasset se dolía en su famoso prólogo al libro de Yebes del retraso hispano en la elaboración científica de nuestro paisaje. Se ha dicho con acierto que en nuestro país la valoración del paisaje es obra de Giner de los Ríos y de la Institución Libre de Enseñanza. En efecto, Guadarrama estaba ahí siempre, pero fueron ellos quienes lo “descubrieron”. Luego, por su peso, el paisaje termina conformando la identidad de las gentes de un territorio, mucho más de lo que creemos.

El paisaje de Castilla-La Mancha es bien variado, pero puede resumirse en dos, que se ven si se miran a derecha a izquierda del viaje desde Madrid al sur, sea por la línea más recta, que es la línea del AVE, que se sobremonta en la gran calzada romana, o en el coche por la nacional IV. A un lado los prados de la mies verde desde enero y, ahora más que nunca,de olivos por casi todas partes. Desde la primavera, mientras que los campos maduran camino del infierno de nuestro verano las praderas de viñas verdes y jugosas constituyen nuestro campo, que con la otoñada se transformará en dorado. Ese paisaje, el de un horizonte sin fin, el que han cantado nuestros poetas y el que sentimos como lo nuestro.

Pero si el viajero camina hacia el sur y dirige la derecha su mirada se encontrará el majestuoso espectáculo de una selva verde espectacular con más matorral que árboles, no levantando estos más que la copa de una encina. Son los Montes de Toledo y de Ciudad Real, una selva extraordinaria de jara, robles, alcornoques, quejigos y encinas con añadido de pinos, casi todos plantados ya desde hace una eternidad. En otro tiempo fue territorio propicio para carboneros y selvicultores, amparados por una suerte de Guardia civil de antigua compostura: la Santa Hermandad. Hoy todo este territorio de rañas y sierras es nuestro mundo más propio, no solo geológico como bien saben los vulcanólogos, sino también lo que constituye nuestra singularidad: personas de monte. Toda nuestra gente de los términos y caseríos de ese inmenso territorio con tierras de muy limitado rendimiento agrícola, que apenas sirve a la ganadería, se ocupan en toda labor posible, y una muy principal es la caza, ya como emprendedores, como trabajadores fijos o eventuales, como escenario del turismo. La caza es la tercera o cuarta industria de provincias como Ciudad Real o Toledo.

El paisaje genera valores e identidades como expresaron Eduardo Martínez de Pisón, Nicolás Ortega Cantero o Emilia Martínez Garrido. Así lo formuló para nuestra gente Antonio Rodríguez Huéscar con su Hombre de Montiel. a la identidad de los manchegos pertenece el valor de la uva, de las bodegas y del vino. Aquí se entiende de modo natural aquello de que el vino es fruto de la vid y el trabajo del hombre, que yo le oí decir a José Bono en Valdepeñas y creí que era cosa suya. Recuerdo bien la reacción de los manchegos cuando a una ministra se la ocurrió prohibir la publicidad del vino. No solo se trataba de economía si no de dignidad. Este es el punto, inclusive para los que no beben vino.

Pero si el viajero mira en su carrera hacia la izquierda se inserta en la selva mediterránea, el territorio de la caza, descrito como tal ya desde Alfonso Onceno. Son decenas de miles los que llegado el 12 de octubre se afanan por la caza en un sin vivir. No es interés, ni placer, ni diversión, ni disfrute, no, es sentirse del campo y ese campo decía Ortega y Gasset es verdaderamente tal cuando se trata del campo en que actúa el cazador, insertado en él. La condición de cazador se siente desde el paisaje en nuestros pueblos y en cualquiera de las posiciones: escopeta de postín, escopeta negra, postor, ojeador, tirador, señor de perro, señor de rehala. A todos el paisaje atribuye identidad y, por ello, dignidad. Así que nadie debe asombrarse de que la continua adopción de medidas legislativas que restringen, limitan y amenazan la dignidad de los cazadores, termine minando la moral de todos contra los que amenazan lo nuestro.

Mientras que lo del vino fue un error, que se corrigió, en esta ocasión no lo es, impera el dogmatismo más extremo. Desde un Ministerio entero que parece un museo de los horrores, que en vez de ocuparse de luchar contra las muchas discriminaciones que se sufren organiza y programa decisiones sectarias y arbitrarias al amparo del bienestar animal. Otro Ministerio, que tiene la noble responsabilidad de hacernos transitar al futuro, a una nueva era ecológica, no necesita para ello destruir el pasado y la tradición, se trate de la caza o de los toros, Algunos se alegran de estos males por razones políticas, pues conocen bien la reacción social cuando se toca la dignidad de la gente: nadie queda en el centro, la rabia siempre se hace con casi todos.

Contra la peste

No podemos hacernos idea de lo que serían las pestes en el tiempo antiguo, sin televisión que presentara los estragos de la enfermedad, sin las “primeras” de los periódicos, sin el soniquete irredento de las mil radios y con pleno desconocimiento científico de las raíces del mal. Pero sí sabemos que las pestes o las epidemias han servido para que unos ajusten cuentas sobre otros y para que afloren los peores instintos de los seres humanos, dejando a salvo naturalmente a los héroes solidarios que se han entregado siempre a ayudar al prójimo, los justos que nos salvan a todos.Las pestes sirvieron para ajustar las cuentas a los judíos, siempre más trabajadores que los hidalgos de todas partes. En el relato de Manzoni sobre la Historia de la columna infame sirvió la peste para combatir al poder español en Milán y hemos conocido los contemporáneos muy bien cómo se utilizó la crisis del sida para combatir la moderna libertad de costumbres, aunque se llevan por delante a las víctimas de las castas transfusiones de sangre.

La crisis del coronavirus ha dado ya pie a comportamientos indeseables. El primero son las aperturas con trompetas y tambores de buena parte de los telediarios que no se sabe bien si se alimentan más de la sangre que del dinero que proporciona el incremento de las audiencias. También comportamientos individuales depredadores, como el saqueo de las cajas de mascarillas de algún hospital, poniendo en peligro a quienes ya los necesitan por otras razones. Por fortuna, no se ha llegado aquí a escenas trágicas y miserables como la de las gentes en Ucrania apedreando la comitiva de sus propios paisanos y evacuados de Wuján.

Estos fenómenos ponen a prueba a las administraciones, tanto a los qué están al frente de ellas como a los que lo estuvieron antes y dejaron las cosas bien o mal organizadas. Recuérdese la malísima crisis del ébola en Madrid, que puso en claro que la administración central de entonces había medio desmontado lo único bueno que había dejado el sida: el Instituto de salud Carlos III, como estado mayor completo de prevención y lucha contra las enfermedades infecciosas.

Resulta muy satisfactorio que las máximas autoridades actuales den la cara, tanto de la administración central como de las autonómicas y expliquen el asunto correctamente y generando tranquilidad en vez de alarmas. Además, no han aflorado disputas políticas territoriales en el asunto y el coronavirus no es culpa de ninguna “nacionalidad”, ni siquiera de la China.

El comportamiento de las autoridades sanitarias es merecedor de plena confianza de los ciudadanos y estos y los medios de comunicación deben cooperar legalmente sin alarmismo ni estridencias. Y, ojo, las fakenews ya están ahí. Habría que aprovechar y alumbrar esos fenómenos que deben ser combatidos severamente, pues dejan a la sociedad inerme y sin anticuerpos.

Publicado en La Tribuna de Ciudad Real

4 de Octubre: Melque, domingo cultural

El monasterio visigodo de Melque está situado entre La Puebla de Montalbán y San Martín de Montalbán, en la provincia de Toledo, y ayer lo visitamos Oliva y yo. Es “el conjunto monástico más antiguo que se conserva en la Península Ibérica, construido en torno a una antigua villa romana; como partes destacables encontramos un recinto amurallado, las viviendas que ocuparon los monjes, cinco presas, y la iglesia del mismo nombre” de época visigoda, construida a finales del siglo VII o principios de s VIII.

Durante una parte de la Edad Media fue ocupada por la Orden del Temple e integrada en la Encomienda de Montalbán. En la actualidad depende de la Diputación de Toledo, que lo mantiene bien.

El lugar, en medio de la nada, merece una visita; que en nuestro caso resultó muy tranquila; si bien luego llegó un grupo de ‘moteros’ a visitar el monasterio.

Hay un Centro de interpretación, pequeño, pero con buenas explicaciones; y vimos también una exposición temporal de la artista Gemma Climent. Al terminar la visita tomamos un refrigerio en La Puebla de Montalbán; un pincho de tortilla riquísimo, y de vuelta a Bargas.

Última Lección

Ayer impartí la última clase de mi vida como profesor ordinario. Tiempo habrá, quizá, para solemnidades. En todo caso, la solemnidad la puso Marta Muñoz de Morales, cotitular de la asignatura, quien pronunció una cariñosa alocución, género difícil pero del que salió exitosa como siempre, ya se trate de Paris, de Friburgo o de Pensilvania. Le acompañaron los jóvenes doctorandos Luis Miguel Vioque (responsabilidad de empresas multinacionales), Alfonso de la Guía (criptomonedas) y Lorena Arrobo (violencia de género en Ecuador). Asistió también Marisol Campos, titular de Historia del Derecho, que contribuyo al asunto recordando que había sido mi alumna desde mi primer día de clase en la Complutense, hace exactamente 40 años. Aunque mi primera clase realmente tuvo lugar en la “Universidad paralela” que organizamos en Valladolid cuando el Gobierno de Franco decidió que la mejor universidad era la universidad cerrada. Estaba ya preparando las maletas para la Universidad de Colonia ya que mientras estuve sometido a proceso por el TOP no podía ser ni ayudante ni becario en España.

España es una madre difícil, como decía don Marino Barbero Santos, mi maestro. No lo quieren saber los que enarbolan la bandera nacional como arma sobre las cabezas de todos y tampoco lo sabrán los que la enarbolan con banderas de más colores, a pesar de que la raíz de los trágicos fracasos del progreso en nuestra Historia haya sido siempre la esperpéntica división por cuestiones no principales.

Les conté ayer los alumnos que en 1970 había asistido yo a la ultima clase de mi abuelo Emilio Zapatero, catedrático de microbiología, también durante 40 años, en aquella Universidad de Valladolid. Su especialidad eran los virus, por lo que hoy sería de los que salen en la televisión contándonos novedades sobre el COVID. Trasladé a mis estudiantes la doctrina de mi abuelo para los suyos: ocho horas de sueño, ocho de estudio y ocho de diversión, incluyendo en el núcleo de esta última la lectura reflexiva, entender algo de música y otro poco de arte. Por supuesto, también un tiempito para el amor y la fisiología.

Pero los alumnos no se libraron de la doctrina y en el resto del tiempo les explique la lección: los delitos contra la seguridad vial. Tuvimos suerte con el tema que tocaba, pues se trata de una criminalidad muy “democrática”, ya que todos podemos llegar a ser fácilmente autores o víctimas. Además, resultó exitosa la regulación legal adoptada en 2007 -gracias a la insistencia del Presidente Rodríguez Zapatero y su Director General Pere Navarro, entonces como ahora con casi todos los demás en contra, pues logramos acabar con un genocidio vial que hasta entonces creíamos que era el precio inevitable del progreso: entre nueve y cinco mil muertes al año en la carreteras, la mayor parte por culpa de otros. Pues bien, la introducción primero del carnet por puntos y del castigo penal agravado de los homicidios imprudentes, así como con una escalada de las penas para la conducción con exceso de velocidad,  o bajo el efecto de las drogas y el alcohol, o con velocidad temeraria o con manifiesto desprecio de la vida ajena, han traído la reducción radical del desastre a los mil quinientos muertos en carretera al año y el gigantesco número de heridos graves que lastran sus vidas y a la Seguridad Social. Menos mal que Pere Navarro ha vuelto y está empeñado en reducir los accidentes aún más, frente a quienes entienden también aquí que la libertad es algo tan peregrino como conducir como les da la gana y tomarse una caña y unas bravas en cualquier terraza. En definitiva, un gran éxito político-criminal de una democracia madura, asesorada con expertos y científicos, que siempre han de ir juntos inspirando a los Gobiernos, para lo que intervino entonces la Comisión General de Codificación. Toda una lección también para la pandemia.

Retos para la UCLM

Ya se sabrá a estas alturas quien será Rector de la Universidad durante los próximos cuatro años, por lo que seguramente puedan ser útiles para todos algunas reflexiones sobre los retos que afronta la Universidad.Una primera consideración debe referirse a la docencia. Por fortuna, el primer rector, Isidro Ramos, dejó sembrado desde su visionario discurso inaugural de 1985 en los profesores y técnicos de la primera generación un innovador catálogo de ideas y técnicas. Bien cultivadas a lo largo de los años posteriores nos han dotado de la tecnología y las habilidades necesarias para que, junto a un extraordinario esfuerzo de los servicios informáticos y de su dirección, hayamos podido pasar en cuatro días de la enseñanza presencial a la digital, lo que ha sido un verdadero récord nacional. Lo que hemos aprendido de esa necesidad hay que convertirlo ahora en virtud. Se abren grandes oportunidades para enriquecer y acompañar la enseñanza presencial y, sobre todo, para organizar los cursos de especialización y de formación permanente, así como para dar una plataforma regional a la labor del profesor individual esté donde esté. Por la misma razón se debe dar un salto en la importante tarea de la extensión cultural de la Universidad, pues la tecnología hace posible enriquecer la acción que tiene lugar en un campus con la desarrollada en todos los demás y permite una comunicación audiovisual e interactiva a nivel regional para lo académico y cultural.

Será imprescindible cambiar muchas cosas en la gestión económica. Impera hoy un sistema de control extremado del gasto, absurdo y paralizante, que impuso el ministro Montoro para “compensar” los escándalos de la época. Si el sistema es malo para las administraciones ordinarias, resulta letal en todo el sistema de I+D, tanto para el CSIC como para las Universidades. Estas tienen que impulsar su reforma por el Gobierno central, pero también hay que innovar en las universidades internamente y no dejar las interpretaciones de la Ley en cada funcionario aislado, pues el proceso tiende a que el mejor gasto sea el que no se hace.

Para todo será fundamental captar lo difícil que va a ser la vida económica y presupuestaria de los años venideros, lo que debe estimular nuestro entendimiento. Es posible que el único camino para hacer frente a la muy insuficiente financiación universitaria -y de todo el sistema I+D- sean los nuevos fondos europeos de la era del Covid, pero se encuentran condicionados a la formulación de proyectos por parte de Universidades junto con empresas. El aprovechamiento de esos fondos requiere iniciativas y nuevas ideas, seducir a las empresas y lograr la complicidad del Gobierno regional. Una gran comisión para el estudio y la preparación de esos proyectos debería ponerse en marcha desde la semana que viene.
Y con ello el último desafío: hay que protocolizar las relaciones entre la UCLM y la Junta de Comunidades, lo cual no es solo cuestión de reglas, sino, sobre todo, de confianza mutua. Es una tarea sobre la que ya nos advirtió Justo Zambrana cuando se hicieron las transferencias: la Junta y la Universidad deben mantener una relación de plena confianza. La Universidad es un organismo adscrito a la Junta, aunque tenga un régimen constitucional de autonomía, pero esta es una autonomía para el mejor desarrollo de la actividad académica, en lo demás es una institución de la Comunidad Autónoma y ambas tienen que estar bien coordinadas, sobre todo ante una crisis como la que sufrimos.

¿Qué pasará el día después?

Hacer predicciones en estos momentos es un reto difícil. La última gran pandemia que se produjo en el mundo fue la generada por la gripe denominada “española” (aunque su origen vino de los movimientos de soldados participantes en la Gran Guerra) de la segunda década del pasado siglo. Produjo 50 millones de muertos, pero su coincidencia con la I Guerra Mundial difuminó sus efectos. Ahora nos encontramos con una “guerra” que no destruye infraestructuras ni fábricas, todo va a estar en pie cuando esto pase, además, su mortalidad puede no llegar ni al 5% de aquella gripe.

¿Cómo se salió de aquella situación? Aumento de la deuda, inflación, problemas de oferta, caída del patrón oro, hundimiento del tejido productivo europeo y surgimiento del de los EE. UU.Y entonces se consolidó la revolución industrial. ¿Qué pasará ahora? Antes de esta pandemia todos estábamos convencidos de que la revolución digital se iba a imponer, la robótica, la tecnología block chain, la inteligencia artificial, la informática cuántica, y que al fin parecía íbamos a actuar para abordar el cambio climático y valorar a las empresas además de por sus resultados financieros, por su gestión socio ambiental y de buen gobierno. Cualquier predicción previa a la pandemia, vaticinaba un mundo distinto en el que los cambios nos abocaban a un mundo diferente. La comparación era simple, piensen que oficios eran los de sus abuelos, piensen los que Uds. tienen ahora e imagínense un futuro en el que el 90% de los oficios no tendrán nada que ver con los actuales.

De golpe nos encontramos que el sector primario es fundamental ya que la recolección del campo y la ganadería de proximidad es imprescindible para que podamos comer; que lo positivo de la globalización tiene su parte negativa al haber desplazado gran parte de los suministros esenciales a países ajenos con distancias y modelos diferentes que condicionan el suministro de bienes imprescindibles para mantener las cadenas de producción o el consumo finalista; que el desprecio por la ciencia y la cultura hace que dependamos de terceros para poder luchar contra este virus, que por muy desconocido que nos sea, no dejaba de estar anunciado desde tiempo atrás como un escenario posible; que echamos de menos ese comercio de proximidad que nos hubiera abastecido en estos días y que se han cargado los grandes centros comerciales.

Y a los llamados “países desarrollados” nos ha sorprendido la situación sin tener un Plan de Contingencias y miedo me da lo que puede pasar en países en vía de desarrollo. La mortandad será horrible y, mientras no se encuentre la vacuna, la guadaña de la muerte se ceñirá sobre toda la humanidad durante meses limitando su capacidad de reacción.

¿Y que va a pasar con la economía? Cierto es que todos los esfuerzos se deben dirigir a luchar contra la pandemia, pero la situación ha puesto de manifiesto nuestros puntos débiles, una estructura sanitaria insuficientemente dotada de medios materiales y humanos, y no vale decir quién tiene la culpa, la solución la tiene que dar el que gobierna. Una estructura científica mal dotada y considerada a la que, como si fuera la panacea universal, se la dota, ahora, con 30 millones para la investigación contra el coronavirus. Un sistema educativo sin preparación para poder atender a los alumnos en un modelo no presencial. Una red de conexión a internet insuficiente, por mucho que se nos llene la boca diciendo que tenemos más km. de fibra óptica tendidos que cualquier país europeo, por lo que el teletrabajo y la educación a distancia se hace inviable para cientos de miles de españoles. Y lo que es peor, un volumen de deuda pública que limita mucho nuestro acceso a los mercados para obtener financiación y que nos obliga a mendigar en Europa el aval suficiente para poder disponer de liquidez para resolver lo que se nos viene encima.

Sin entrar a juzgar si podíamos haber previsto esta situación, o si se han tomado las medidas adecuadas para limitar sus efectos, voy a intentar dar mi opinión sobre la que se nos viene encima y como limitar el daño irreparable que esta pandemia va a suponer para la economía de todos los españoles y, en mayor o menor medida, para todos los habitantes del planeta.

Hasta ahora se daba por sentado que el incremento del PIB generaba, año tras año, una mejor situación de toda la población. Podía haber problemas de redistribución de renta, pero se establecía una relación entre aumento de riqueza y mejores condiciones de vida de la población. Si tomamos el año 2000 como base, y comparamos con el año 2018, España ha aumentado su PIB per cápita en un 206%, Francia en un 185% e Italia en un 171%. Cierto que partíamos de peor situación, pero, en líneas generales, no hemos hecho mal la tarea. La crisis de 2008 se consiguió sortear mejor de lo esperado a pesar del crack financiero, protagonizado fundamentalmente por las Cajas de Ahorro, debido a su excesiva orientación al sector inmobiliario, mala gestión y alguna práctica más que dudosa. El sector privado logró salir adelante orientando su actividad a la exportación y mejorando su eficiencia. Esto permitió un incremento de la recaudación de tributos del Estado, año tras año, demostrando que, a mayor actividad económica, más ingresos y mayor capacidad del Estado para proceder a redistribuir la renta disponible entre la población mediante el gasto público necesario para ello.

Pero ahora ¿cómo estamos? La necesidad de mantener el confinamiento en nuestras casas, el cierre de fronteras, y la no actividad de múltiples sectores, está generando una crisis de oferta brutal al no generarse bienes y servicios, crisis de oferta a la que se une otra de demanda al no poder acceder gran parte de la población a la adquisición de bienes y servicios nada más que los indispensables o a aquellos que les puedan servir a domicilio. Y en esta situación, son decenas de miles de autónomos y PYMES que tiene que atender gastos fijos sin obtener ingreso alguno, y también cientos de miles de ciudadanos que carecen de ingresos y que ven su puesto de trabajo, no ya peligrar, sino claramente perdido.

Sin ser catastrofista, tenemos un escenario que ya vaticina una caída importante del PIB, que algunos analistas estiman aumenta en un 1% por cada semana adicional que pase sin recuperar la actividad económica en su totalidad. A estas alturas estaríamos asumiendo una caída mínima del 8%, lo que implica que todos vamos a disponer de un 8% menos de renta, pero esto no se va a distribuir de forma regular, habrá un aumento de familias en situación de pobreza y gran parte de la sociedad tendrá que replantearse su situación.

Ante esto hay varios escenarios, el primero parte de atender, como es obvio, a todos los afectados por el contagio del coronavirus, así como tomar todas las medidas sanitarias que limiten su extensión. También hay que establecer medios para que todas las familias puedan tener atendidas sus necesidades básicas.

Pero ahora viene la pregunta del millón ¿quién paga esto? Es evidente que ha de ser el Estado como garante final del bienestar de todos lo ciudadanos, pero el Estado no es un ente abstracto que dispone de dinero de forma ilimitada. Todo gasto público se puede atender gracias a los tributos que pagamos todos los contribuyentes. España no tiene materias primas ilimitadas ni recursos energéticos que le otorguen una balanza de pagos con un superávit tal que pueda atender todas las necesidades de sus ciudadanos sin que estos trabajen, generen riqueza y paguen impuestos. Luego, si se hace necesario atender con recursos públicos las necesidades de la población y habrá menos ingresos tributarios al caer la actividad, ¿qué escenario vamos a tener? Un incremento del déficit público muy importante, que habrá que cubrir emitiendo deuda pública y colocándola en el mercado a unos tipos de interés asumibles. Y lo tenemos que hacer en un momento en que ya el endeudamiento público de España es significativo y que se hace necesario que los inversores confíen en España y aquí hay que decir que confíen en nuestro Gobierno (recordemos el ejemplo Griego de hace unos diez años para ver el peligro de jugar con otras cartas). Por eso es tan importante que prioricemos y centremos el uso de recursos allí donde decidamos es prioritario; que tengamos en cuenta las necesidades y cargas que generamos para generaciones actuales y futuras; y que nuestros socios europeos nos apoyen, por eso es bueno que ya se hayan liberado los millones del Fondo que Europa tiene para casos de este tipo, a pesar de la oposición, que, en un principio, manifestaron Holanda y Alemania.

Pero, ojo, este dinero hay que devolverlo, no es una subvención, esto implica que, a futuro, en los Presupuestos Públicos habrá una partida significativa para el pago de intereses de la deuda y para la amortización de esta, partida que habrá que ver como se dota, ¿qué otras partidas se recortarán? Porque no va a haber aumento de ingresos si no se mantiene el tejido productivo, si las decenas de miles de autónomos y PYMES que van a desaparecer con esta crisis no encuentran alternativas para volver a la actividad o si los hipotéticos dos millones de trabajadores que se estiman van a aumentar las cifras del paro, no encuentran empleo.

La actividad económica, tanto por la vía de la oferta, al tener menos empresas, como por la vía de la demanda, al tener menos renta disponible los ciudadanos, se verá afectada y habrá menos recaudación de tributos y, por lo tanto, menos opciones para poder seguir atendiendo el gasto público. Y miedo da pensar qué tipo de políticas se puedan plantear ante esta situación.

Vemos que el modelo de Estado del Bienestar que surgió en Europa después de la II Guerra Mundial y que ha sido un ejemplo durante estás décadas, puede estar en crisis si no se buscan soluciones conjuntas. Esta crisis va a adelantar en lustros lo que ya se vaticinaba como cambio de modelo. Estas semanas de confinamiento nos han demostrado que se puede producir un cambio de valores por estricta necesidad. Hasta qué extremo hemos eliminado lo superfluo de nuestras vidas y hasta cuánto echamos de menos cosas tan elementales como poder dar un abrazo a nuestros familiares o estar con nuestros amigos. Valores y bienes inmateriales que valen mucho más que cualquier otra cosa. ¿Perderemos como objetivo el mejorar nuestro nivel de vida? ¿Se dejará de lado el aumento del PIB? ¿Exigiremos a nuestros gobernantes que dejen de ser cortoplacistas y que inviertan en Educación, Ciencia, Cultura y medio ambiente? ¿Se imaginan Uds. lo que habría sido esta Pandemia si se hubieran tenido científicos, laboratorios y medios para enfrentarse con ella desde el origen? Se que todos queremos y aspiramos a vivir mejor, pero también esta crisis nos ha demostrado que quién más ha ganado con ella (aparte algunos aprovechados, que espero salgan a la luz) ha sido la propia naturaleza, con menos contaminación, volviendo especies naturales a un entorno que el hombre les había arrebatado.

Quizás debamos pensar seriamente que esta pandemia ha sido una llamada de atención para que la humanidad se tome en serio que la superpoblación y el esquilmar los recursos naturales es más peligroso que lo que un puñetero virus nos ha enseñado. Y mientras tanto ¿qué hacemos? Una cuestión que aprendí en la Facultad y luego en Milicias y que he experimentado a lo largo de mi vida, es que hay que tener una estrategia y táctica para alcanzarla. Saber cuándo, por dónde y cómo alcanzar un objetivo, se hace fundamental en estas situaciones. Y el mejor consejo es que cada uno nos hagamos esta pregunta en nuestro entorno. En qué podemos utilizar nuestro tiempo en estos momentos de confinamiento: ¿puedo colaborar en algo para mejorar la situación de mis vecinos? ¿en qué escenario voy a estar cuando termine el confinamiento? ¿Estará abierta mi empresa? ¿tendré trabajo? ¿puedo unirme con algunos compañeros para poner en marcha aquel proyecto que, por loco que fuera, hoy a lo mejor es posible? Y que quiero hacer cuando esto termine. Todo, menos esperar a ver qué hacen los demás por mí. A todos nos pilló esta situación por sorpresa, que al menos esto nos sirva para estar atentos ante lo que el nuevo horizonte nos plantea. Por años y experiencia, se que debo procurar hacer todo lo que esté en mi mano para luchar contra cualquier adversidad, todo, menos quedarme quieto esperando a ver que pasa. Así que ya saben, el peor error que pueden cometer es no hacer nada. Actuemos y hagamos lo posible para que la reconstrucción de nuestra economía que tenemos por delante aborde retos que sabíamos teníamos que abordar y que al menos los esfuerzos que nos esperan nos permitan afrontar el futuro mejor preparados para nuevas situaciones complicadas.

Un abrazo virtual hasta que nos lo podamos dar después de este confinamiento.

Universidad: explicar lo que hacemos.

A tenor de algunas reacciones, lo que más me sigue sorprendiendo es la dificultad que tiene la sociedad, de la base y de las alturas, para entender lo que hacen los enseñantes, tanto en la escuela, como el Instituto o en la Universidad. Es una incapacidad que muestran incluso sí han pasado por la propia universidad.La Universidad se fundamenta en la enseñanza y en la investigación y la dedicación de los profesores debe ser a ambas tareas, a salvo de algunas carreras que por ser muy profesionales no requerían históricamente el doctorado y la formación que éste supone. La tarea investigadora en mi campo debe repartirse aproximadamente en un 30-40 por ciento de horas de docencia y un 60-70 por ciento de investigación. La jornada diaria de un profesor investigador no debe bajar de las 10 horas, es decir, de 70-80 a la semana. Esa dedicación no solo es medible, sino que resulta evaluable y así se hace en lo que a la docencia se refiere a través de los planes de calidad, con revisiones cada 3 años, para lo que se toman en cuenta no sólo las horas de clase teórica y práctica sino también la utilización de recursos de aprendizaje y prácticas innovadoras, la realización de actividades docentes y culturales en la propia Universidad o la extensión universitaria, etc. Es ésta una evaluación que se realiza por la propia Universidad y su comisión al respecto y que la superan la inmensa mayoría de los profesores, aunque siempre quedan fuera hasta un 10 por ciento. Naturalmente que esa evaluación se puede mejorar e incrementar.

La parte de la investigación se evalúa muy rigurosamente por comités externos y de nivel nacional, cuyos resultados conocemos como “tramos de investigación”. Un investigador bueno debe acumular cada 6 años un tramo y presupone que un comité nacional bien autónomo y alejado del interés de grupo ha estimado positivamente la actividad plasmada en la investigación publicada, que cómo en el caso de las Ciencias experimentales se controla por la calidad de la revista o editorial de los libros, por el impacto que esas publicaciones comportan o por criterios que sustituyen o complementan a estos en las Ciencias Sociales.  El sistema de control es tan extremado qué recuerdo bien cuando junto con Ernesto Martínez Ataz hacíamos la selección de profesores para nuestra primera Facultad de Medicina y seguíamos la evolución en los puntos de información de la vida científica de los posibles candidatos,  en los que se representaban  no solo en datos sino también en gráfica y mucho me sorprendió cuando mi compañero de fatigas advertía en una gráfica una caída notable que se mantenía unos cuantos meses y me decía: este, o ha caído enfermo, o le han hecho vicerrector, o ha tenido descendencia. Esto último solo se apreciaba curiosamente en mujeres. Así es la cosa. Por cierto no hay creo ningún sector de la administración pública que someta a sus funcionarios a una evaluación cualitativa tan transcendente, pues solo con un cierto número de sexenios se pueden alcanzar las mayores responsabilidades.

Pero deseo precisar que dar clase es, además, prepararlas, incorporar las novedades producidas del año anterior. En esto los penalistas lo tenemos difícil, porque nuestra materia no abandona la primera página de los periódicos y ocupa incluso todo el tiempo en algunos telediarios, que a los antiguos nos recuerdan mucho a “El Caso”.  Ya decía don Miguel de Cervantes: el demonio nunca descansa y todo lo añasca.

Pero además de las clases y la investigación está el que hay que leer mucho. No hay ciencia ni calidad docente sin información, ni amplia cultura. Los periodistas gustan mucho de la pregunta sobre el último libro leído por su víctima, pero a un profesor hay que preguntarle no solo por el último leído en la semana, sino también cuántos otros libros ha acariciado con la mirada en ese periodo. Si el profesor no hace las tres cosas no será un buen profesor. Y sería muy bueno a estas alturas qué el rectorado nos contara con detalle cómo está nuestra productividad científica medida por estas organizaciones internacionales y nacionales, cómo estamos de tramos de investigación, en qué proporción sobre el total de los profesores que pueden acceder a la evaluación y por los sexenios que puedan acumular. De ahí nos saldrá la lista y el ranking de cada cual. Por aproximado que sea, será bueno saberlo y todos los esfuerzos que hagamos por comunicar estas cosas irán en beneficio de la Universidad y del concepto que tengamos todos sobre nosotros mismos.

Y no me voy a olvidar del personal que llamamos de administración de servicios. Es muy variado, pero voy a resaltas dos sectores que pueden ser más comprensibles para los lectores, las bibliotecas y los servicios informáticos. De las primeras impacta a quien con experiencia de la vida llega a la biblioteca y se entera que le pueden proporcionar cualquier libro o revista científica disponible en las bibliotecas universitarias de Europa,además, su asesoramiento a los usuarios es bien notable, despliegan iniciativas de servicio y acciones culturales y encima les someten a la congelación de plantillas y, además les hacen trabajar seis veces más que antes por cada libro que se compra, pues los que quisieron huir de un sistema en el que dirigentes de la administración distraían millones en bolsas de plástico no tuvieron mejor ocurrencia que someter a todas las administracionesa normativas absurdas, sin caer en la cuenta que lo que garantiza que no se produzcan desviaciones es la transparencia y la profesionalidad de los funcionarios. Aún más, los libros tienen precio único. Del servicio de Informática baste con decirles que en una semana han sabido completar el sistema de que se disponía para sustituir una lengua en uso por otra nueva, pero que nos permite aprender con suma facilidad y hace posible soportar la inmersión de toda la Universidad en la era de la conferencia audiovisual en tiempo real y con un uso de la red varias veces más intenso que el tiempo normal, eso sí, a costa de los alumnos, cuyo esfuerzo personal debe incrementarse de modo notable en tiempo de coronavirus.A ver si se animan algunos compañeros de diversos sectores a contar lo que se hace para explicar lo que hacemos.